dada y yo subimos juntos al autobús. las azafatas nos explican que en breve llegaremos a la frontera con guatemala, y nos advierten que cada uno de nosotros tendrá que tramitar su documentación por su cuenta. la cosa va así: el autobús nos deja en la parte norte de la frontera, aún en méxico y nos espera en la parte sur, ya en guatemala. la gestión del papeleo es cosa nuestra. pone especial énfasis en que sólo esperará 25 minutos.
-si alguno de ustedes sufre un retraso por algún problema administrativo, lamentablemente no podremos esperarle -advierte la azafata sin cambiar el gesto.
le traduzco al inglés a dada lo que nos han contado. chapurrea algo de español, pero no lo suficiente para entender lo que estaba diciendo la muchacha. el autobús se detiene al fin, abriéndonos las puertas del infierno del tercer mundo. nada más cruzar el umbral, la confusión. decenas de personas nos rodean y nos hablan sin parar. lo hacen muy rápido, repitiendo lo mismo una y otra vez. alguno incluso se atreve a hacerlo en inglés. dada y yo avanzamos con paso firme. le digo que no se separe de mi y que vigile bien el pasaporte.
-si perdemos el pasaporte tendremos problemas dada.
-sí, problemas grandes -responde asintiendo con la sonrisa que nunca pierde.
a pesar del caos, se diría que existe cierta organización entre la masa de gente que nos rodea. una especie de ejército donde cada uno desempeña un papel en función de su edad. así, niños de rostros apagados suplican por una moneda. son la mayoría, y son los que más se acercan, perdiendo el miedo incluso a tirarte de la camisa para que les hagas caso. yo no saco las manos de los bolsillos, donde protejo los pocos billetes que llevo encima. el resto de cosas valiosas ya han debido de cruzar la frontera en el autobús. el pasaporte va seguro en la mochila que llevo pegada al pecho. en el siguiente nivel de jerarquía se encuentran los adolescentes y muchachos que se ofrecen a ayudarte a gestionar el papeleo. te indican, sin que les preguntes, el camino que debes tomar. se ponen delante de nosotros y no dejan de hacernos gestos para que les sigamos. dada y yo avanzamos por inercia, sin saber bien dónde vamos, pero esperando encontrar una indicación, un cartel. yo voy delante, y el resto de pasajeros del autobús se ha perdido entre la muchedumbre. finalmente, los generales de este ejército de desheredados los forman hombres que sostienen fajos de billetes y que se ofrecen para cambiar pesos mexicanos por quetzales guatemaltecos. no dejan de decir cifras en una especie de regateo sin respuesta. yo permanezco en silencio y trato de dar imagen de seguridad avanzando con paso lento. intento no mirar a los lados para dar a entender que conozco el camino. decido que no hablaré o lo haré en inglés, pensando que eso puede ser de ayuda a la hora de soportar el asedio.
al fin llegamos a la primera oficina, la mexicana. entramos y guardamos cola. la tropa espera fuera, como vampiros que deben ser invitados a entrar. en pocos minutos hemos resuelto el trámite, que consiste en entregar el permiso que nos dieron a la entrada. hago de intérprete a dada mientras veo como el funcionario mexicano imprime un sello en mi pasaporte. salimos y de nuevo nos encontramos rodeados. ni uno sólo de los peones ceja en su empeño, no pueden permitírselo si quieren ganarse una moneda con la que poder comer. cruzamos el puente que hace de linea de separación entre los dos paises y llegamos al lado guatemalteco. en esta ocasión no hay oficina en la que podamos protegernos, puesto que la ventanilla de la aduana da directamente a la calle. entrego mi pasaporte.
-son 20 quetzales o 2 dólares americanos, señor.
no tengo quetzales, lo único que tengo son euros, algunas monedas mexicanas y un billete de 10 dólares que conservo desde el primer día. le entrego el billete.
-aquí tiene.
-lo siento señor, pero no puedo darle cambio, necesito que me de la cantidad exacta.
los generales aprovechan la ocasión para lanzar una última ofensiva, pero he construído una armadura blindada que hace que los ignore sin pararme a pensar que realmente pueden serme de ayuda. estoy totalmente confundido, y pienso en qué ocurriría si no pudiera pasar a guatemala ni volver a méxico. después de unos segundos en blanco, me doy la vuelta en un gesto con el que trato de buscar inspiración y veo la fea cara de dada sonriendo.
-dada, ¿tienes cambio?
-¿qué necesitas?
-hay que pagar dos dólares, pero no tienen cambio de diez.
-no es problema -dice mientras saca de su riñonera saca dos dólares.
-pero ¿tienes más para tí?
-sí, tengo más.
-en cuanto lleguemos a la ciudad te los devuelvo ¿vale?
-no es problema
pagamos las tasas, nos sellan los pasaportes y seguimos nuestro camino buscando el autobús. me maldigo por no haber memorizado la matrícula o al menos algún rasgo que haga que pueda distinguirlo, sin embargo eso no va a ser un problema puesto que sólo hay un autobús esperando. el acoso por parte del ejército sigue hasta la misma puerta, pero se desvanece como por arte de magia en el justo momento en que pisamos la escalera. me siento en mi plaza y me asomo a la ventana con la cabeza apoyada al cristal mientras pienso en todo lo que ha pasado. poco a poco voy desmontando la coraza que he construído para la batalla que acaba de terminar, me relajo y reflexiono. sigo teniendo las monedas mexicanas en el bolsillo y me pregunto por qué no las repartido entre los niños. en total no suman más de 3 miserables euros al cambio. supongo que no dar monedas formaba parte del mecanismo de defensa que se activó en el momento en que me sentí asediado por tanta gente y ruído. trato de excusarme a mi mismo pensando que si no lo hice fue porque eso podría haber sido interpretado como una muestra de debilidad, como enseñarles una hebra, tirando de la cual se desharía una prenda. definitivamente, si quiero mantener el jersey bien tejido, he de tener cuidado con las hebras sueltas.
pasan unos minutos. puedo ver como un hombre escuálido, negro y seco, con un esfuerzo titánico, carga a sus hombros un bulto de 20 sillas de colores apiladas las unas sobre las otrasa. dos taxistas pelean a gritos por un sitio en la cola, una furgoneta de turistas cruza con cinco niños colgados de las ventanillas y otros tanto corriendo alrededor. puedo ver a los cambiadores agitando sus fajos de billetes para llamar la atención de los visitantes. puedo ver a la policía y el ejército, armados hasta los dientes, patrullando en jeeps destartalados. puedo ver niños vendiendo cinturones, vendiendo helados. veo perros flacos por todoss sitios.
decido que no tengo excusa para no haberle dado las monedas a los niños, así que bajo del autobús. busco con la mirada, pero ningún niño se acerca a los aparcamientos. me adentro en la zona de guerra hasta llegar a la altura de dos niños a quienes llamo.
-toma -le digo a uno de ellos mientras le enseño la moneda.
el niño la agarra y sale a correr dando saltos. el otro le sigue sin darme tiempo siguiera de decir que tengo otra para él. le doy un grito que es ignorado. decido acabar cuanto antes, porque está empezando a afectarme demasiado, así que me adentro más hasta que vuelvo a estar rodeado de niños. le doy el resto de monedas a uno de ellos, mientras les digo a los demás que son para todos, que se las repartan como quieran. el niño que tiene las monedas da un empujón al primero que le pide su parte y sale corriendo. el resto salen corriendo detrás. creo que he metido al chaval en problemas. es la ley de la selva.
vuelvo al autobús a petición de la azafata, que me dice que no es seguro. al cabo de media hora volvemos a ponernos en carretera. mientras ponen una película, me acomodo en mi sitio y dormito escuchando música. hace frío, el aire acondicionado del autobús está demasiado alto.
sábado, 27 de junio de 2009
frontera entre méxico y guatemala
Publicado por
Torrance
en
14:00
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Eres débil, no debías haber dado monedas a los niños por mucho que lo necesiten. Has creado un precedente para el futuro. Puede traerte problemas y por supuesto has sido un cabrón con el niño al que le distes todas las monedas, has soltado un cervatillo entre una manada de lobos.
Genial la crónica, como siempre. Me alegro de que estés disfrutando el viaje.
Un abrazo y cuídate
Dar unas monedas en esa marabunta es como untarse miel en un nido de hormigas rojas carnívoras.
HOLA PEDRO, SOY TU CUÑADA FAVORITA, JIJIJI. TODAVIA ESTOY ESPERANDO LA RESPUESTA A SI ME HAS COMPRADO LOS MANOLO BLANIK, ESPERO QUE LOS LLEVES EN LA MOCHILA Y QUE NO TE LOS INTENTEN ROBAR NI LOS VENDAS EN UNA DESESPERADA SITUACIÓN.
SI TU NO BEBES, QUE HACES EMBORRACHANDOTE DE TEKILA?????, YA NOS PODEMOS IR JUNTOS DE BOTELLÓN, NO HAY EXCUSA!
ECHATE OTRA CLASE DE AMIGOS, A VER SI SE TE VA A PEGAR EL NO DUCHARTE Y DEJARTE ESAS BARBAS, QUE ESCONDE EN ELLA????
APROVECHA EL TIEMPO, QUE SOLO SE VIVE UNA VEZ, EL CUERPO HAY QUE MACHACARLO Y DISFRUTARLO.
UNA DE TUS FANS TE PIDE QUE TRAIGAS CHICOS GUAPOS PARA LA FERIA, PERO QUE NO SEAN NI ARGENTINOS, NI CHINOS, LOS QUIERE A SER POSIBLE AUSTRALIANOS.
NOS ALEGRAMOS DE QUE NO TE HAYAN SECUESTRADO, PERO NO TE PREOCUPES, SI HUBIERA SUCEDIDO HUBIERAMOS IDO AL RESCATE, SOMOS EL GRUPO DE SALVAMENTO "LARA CROFT".
BESOS DE TU CUÑADA Y LAS BELLAS FUNCIONARIAS.
Pues yo creo que hubiera actuado igual que tu, y le hubiera dado el dinerito.
Seguramente que el chavea tuvo problemas para repartirlo, pero es mejor tener ese problema que no tener nada que repartir.
CUIDATE
¿No se te ocurrió tirar las monedas al aire y salir corriendo?
hubiera sido menos problematico para el niño, y para tí...
"Ruido" no lleva tilde.
Publicar un comentario