nunca he ocultado que el verdadero motivo por el cual decidí comenzar el viaje en nueva york fue el dinero. volar a nueva york es muy barato, probablemente la forma más barata de cruzar el atlántico. si el dinero no hubiese sido un problema, seguramente el primer vuelo me hubiera llevado directamente a canadá, lo más cerca posible de las cataratas del niágara (donde no estoy seguro de haber podido resistirme a la tentación de lanzarme en un barril de madera catarata abajo). esa espina me la dejo clavada y ya me la sacaré en el futuro, que no es bueno sacar todas las espinas al mismo tiempo.
como digo, la visita a los estados unidos es más bien una cuestión práctica. lo cierto es que nunca he tenido mucho interés en visitar nueva york, pero ya que lo había decidido así, aprovecharía la ocasión para pasear por el sitio que me parece más atractivo: la biblioteca pública.
antes de llegar a la gran manzana, revisé en un mapa el lugar exacto donde se encuentra el edificio. por lo general, suelo tener el sentido de la orientación bien afilado, pero en el caso de nueva york no tiene ningún merito. toda la isla está perfectamente cuadriculada, de manera que señalar cualquier punto del mapa es como jugar a los barquitos. de norte a sur se extienen las avenidas y de oeste a este las calles. tanto unas como tras carecen de nombre, y se referencian por su número: las avenidas empiezan a numerarse de este a oeste, y las calles de sur a norte. en definitiva, encontrar cualquier lugar consiste en conocer el cruce de una avenida con una calle (mi hostel, por ejemplo, se encuentra en la 7th ave con la 116th street). el problema que tuve es que no calculé bien las distancias. lo que en el mapa parecía una manzana (o una cuadra como dicen aquí), a la hora de la verdad eran cinco, separadas por calles tan estrechas que no merecían salir en el plano. eso hace que, a la hora de la verdad, las distancias se multiplicaran por cinco. desde luego, no tiene mayor importancia para alguien acostumbrado a patear las calles como yo. con todo esto, encontrar la biblioteca pública me llevo mi tiempo. el plano que usaba para moverme era terriblemente inexacto, aunque eso no debería haberme extrañado teniendo en cuenta que se trataba de un plano de transporte que tendía a simplificar y centrarse en las líneas de autobuses y metro más que en las calles.
sea como sea, después de preguntar a varios policías de cuyos gestos deduje que ni siquiera sabían que existía una biblioteca pública en nueva york (de uno llegué a pensar que no sabía lo que era una biblioteca), al final fue un amable hombre quien me indicó a la perfección, con lo que me planté delante de la fachada de los leones y las columnas. la primera impresión fue de cierta decepción, puesto que la mitad de la fachada se encontraba cubierta por mor de unas obras. aún así, no me preocupé demasiado, porque lo que yo quería hacer no era admirar la fachada, sino sentarme a leer unos párrafos de moby dick en su idioma original.
viendo la entrada, todo hacía suponer que no iba a poder acceder a la parte útil, a las salas reales de la biblioteca. temí que sólo me dejaran hacer un circuito para turistas en que pudiera admirar los bonitos techos y alguna exposición de portadas de periódicos viejos. todo lo hacía sospechar, digo, porque nada más entrar prohibían usar la cámara de fotos, con lo que desafiaban directamente al turista al uso. a continuación, un portero -que bien podrían ser tres- revisaba los bolsos y mochilas con tanta desgana que estoy seguro de que si yo hubiera llevado la mía llena de serpientes venenosas no habría sufrido ni una simple picadura. el caso es que ya estaba dentro, y lo primero que hice fue desmarcarme del resto de coyunturales compañeros y lanzarme a buscar la biblioteca dentro de la biblioteca. después de un buen rato dando vueltas, yendo en contra de las flecas que trataban de reunir el redil de ovejas, empecé a sentirme como si estuviera en el laberinto de la abadía del crimen sin la linterna. sin embargo, no desesperé y seguí buscando hasta que al fin apareció. a veces los prejuicios hacen que compliques innecesariamente lo fácil, comportamiento muy propio de mujeres y entrenadores de fútbol, pero del que no quedan libres el resto de especímenes humanos. el caso es que si hubiera seguido desde el principio con el grupo de gente que entró conmigo, me habría ahorrado un buen paseo y ciertas dosis de ansiedad.
la sala principal estaba llena de gente. se trata de una enorme habitación cuyas paredes se llenan de estanterías que se elevan unos seis metros por encima del suelo. de lado a lado se sitúan, alineadas en dos columnas, unas buenas decenas de mesas de madera, cada una de las cuales está rodeada por diez sillas. sobre cada mesa, cinco lámparas de cobre, todas idénticas, y que para mi decepción no eran de cristal verde como esperaba. la sala está tan bien iluminada, que dudo que fueran necesarias esas lámparas, pero cualquiera que haya estudiado sabe agradecer un bonita lámpara cerca de los apuntes.
nada más entrar tomé la decisión de que pasaría allí la tarde, que por mi le podían ir dando a la estatua de la libertad, al empire state building, al soho y a todo lo demás. busqué un sitio, instalé mis cosas y me dispuse inmediatamente para comenzar la búsqueda de la ballena blanca. después de un buen rato cedí a la evidencia de que jamás lograría dar con ella (¡que decepción se hubiese llevado ahab!) y decidí ser más práctico y quedarme con otra obra maestra de la literatura americana que tuvo a bien cruzarse en mi camino: tom sawyer, de mark twain. agarré mi libro, y con la ilusión de un niño móvil nuevo me senté a leer. allí estaba yo, sentado en medio de una de las salas de la biblioteca pública de nueva york leyendo a uno de mis autores americanos favoritos. la vida puede ser maravillosa. después de darme el gusto durante unos sabrosos minutos, devolví el libro a su sitio con una reverencia y volví a tratar de escribir. es curioso, pero siempre que leo pierdo las ganas de escribir. bueno, en realidad no es tan curioso, es más bien una consecuencia lógica. cuando uno lee a twain, o cualquier otro de tantos genios de la pluma que ha parido la historia, que la aportación a la literatura de cualquier cosas que yo pudiera escribir sería la equivalente a echar un grano de sal al océano, y aun menos: hagan polvo ese grano echen al océano una de las motas. a pesar de todo, como quiera que lo que yo iba a escribir no era más que una carta a unos amigos, no me dejé intimidar por lo dicho, las circunstancias ni el lugar, y escribí.
se dan cuenta, leí un clásico y escribí una carta a unos amigos en la biblioteca pública de nueva york. oh, yeah!
viernes, 19 de junio de 2009
nypl
Publicado por
Torrance
en
14:00
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7 comentarios:
oh yeah! eso que coño e????
Dejate de mezclarte con los yankis y deja de decir yankituras.
Me a gustado mucho el recurso literario en el cual dices que estas mas liado que en la abadia del crimen, aunque pa la proxima tambien puedas poner.
"tuve que dar mas vuelta que pa comprar unas manzanas en Florencia y ahorrarme 50 centimos"
A ver si los florentinos copian un poco el estilo ese y le ponen numeros a las calles, Fali ,Pedro, Liñan saben de lo que hablo, que pa compra un desodorante y 3 manzanas hicimos 9 km en una ratonera sin luz.
Por cierto Venecia tambien se las trae para situarse en el mapa.
Muy bueno el relato.
Leyendo lo que has escrito sobre la biblioteca de New york, me he puesto a hacer volar mi imaginación. Ya sabes que el escribir, al igual que tú, es un gran anhelo que tengo. Ojalá tuviera la destreza necesaria para poder vivir de ello, sólo tengo miles de ideas, y la incapacidad de plasmarlas de manera atractiva para el resto de personas.
Sin embargo, cuando has descrito la biblioteca, los estantes, etc. He pensado por un momento lo que debe de sentirse cuando uno haya escrito un libro, se lo hayan publicado, y sea digno de estar en un lugar como ese, sea en la sección que sea, da igual. Estantes con los clásicos, Nuevas novelas, y allí en medio de todos ellos un libro creado por tí, con una historia inventada por tí, y seguramente, con un pedacito de alma impregnada en cada página.
Saber que algo tuyo descansa en un edificio como el que relatas, junto a las grandes historias que ha conocido la humanidad, tiene que ser la experiencia más maravillosa que existe. Sólo la puedo comparar con lo que sentí al ver la carita de mis hijos al nacer. No lo puedo explicar, pero de algún modo, es una sensación que dá sentido a todo lo demás.
Ojalá algún día puedas publicar un libro, y considerarte escritor. Ojalá yo también pueda hacerlo algún día.
Las bibliotecas siempre son lugares maravillosos, pero si además son de ese prestigio, más todavía. Suerte que encontrastes el libro de Tom Sawyer.
Por cierto,yo también me imaginaba las lámparas de todas la bibliotecas de EEUU de color verdes, lo que es la influencia del cine.
Buen detalle de tener enchufes en las mesas para conectar el portátil.
PD: Las camisetas del Alaska ya están pedidas, Juani me ha dicho que las va a buscar y me las dará.
Sigue disfrutando amigo
A ver Pedro: "a veces los prejuicios hacen que compliques innecesariamente lo fácil, comportamiento muy propio de mujeres y entrenadores de fútbol".
¿A qué mujeres te refieres?.
Recuerda, que en este foro somos minoría pero te estamos vigilando desde muy cerca, eh?
Jejejejeje, un beso. Suerte!!
Un barril... cataratas del niágara...mmm... eso me suena....... pipi???? je je je je je je
"a veces los prejuicios hacen que compliques innecesariamente lo fácil, comportamiento muy propio de mujeres y entrenadores de fútbol" cuidadín con lo que decimos... no creo que seamos tan pocas
besos... sigue disfrutando, que nosotros seguiremos haciéndolo con tus relatos.
comprendo perfectamente la senscaciones que habrás tenido al estar leyendo en la bibloteca de ny.
esas mismas sensaciones la tuve cuando entré por primera vez al estadio santiago bernabeu. cuantos grandes jugadores han pisado ese estadio, la saeta rubia, santillana, juanito, juan jose, figo, el buitre, zidane, etc, y sin contar con los rivales, cruyff, maradona, torres, zubizarreta, husillos, etc
saber que una gota de sudor de estos jugaodres ha sido impreganada en ese verde cesped, me pone los bellos como puas. ojalá tega la oportunidad de poder arrojar una gotita del sudor de mi camiseta en el cesped, y que se mezclen con las de mis ídolos.
aún tengo la ilusión de que algún día me den la oportunidad, y pueda ganarme la vidad de lo que realmente me gusta, y no es la de estar delante de una pantalla de ordenador todo el día, con jefes desagradecidos y compañeros frikis.
todos los días no me faltan mis sesiones físicas, alternadas con las sesiones técnicos-tácticas, pero veo que el tiempo pasa, y a mis treinta y tantos, creo en no poder completar mi sueño de ser futbolista profesional, pero no cesaré en mi empeño.
así que ánimo peter, algún día lo conseguiremos.
Me uno al comentario de Ana y Teresa.
Yo también eché de menos las lámparas verdes al verte en la foto.
Este sitio sí que me ha gustado.
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