martes, 23 de junio de 2009

viaje a houston

son las 7 de la mañana. acabo de asearme lo mejor que he podido en el minúsculo restroom del tren. he necesitado más de media hora, pero el resultado ha sido satisfactorio. ahora huelo bien y visto ropa limpia. mantenerse limpio en el transcurso de un viaje en que no sabes dónde pasarás la noche no es tan fácil como podría imaginarse. pero el caso es que estoy listo para enfrentarme al primer día realmente incierto de lo que llevo de viaje.

he pasado la noche muy bien. ya estoy plenamente adaptado al horario norteamericano: almuerzo a las 12_00, ceno a las 19_00 y anoche me decidí dormir a las 22_00. como este tren tiene los mismos sillones que aquel que me llevó a chicago, me ha sido muy fácil adaptarme. sólo he tenido que repetir las mismas posturas. he vuelto a tener suerte y no he tenido compañero de viaje. esta vez, el tiempo que tardaban mis músculos en quejarse y exigir un nueva posición ha incrementado hasta casi una hora. eso lo ha hecho todo mucho más sencillo y me ha permitido pulverizar todos los records existentes al lograr dormir 7 horas. a las 5 me he despertado sobresaltado por un grupo de muchachos que se acababa de incorporar al tren. como casi estaba amaneciendo, me pareció un buen momento para despertarme definitivamente. aún así, me que quedado dormitando un rato más hasta que finalmente he decidido coger el neceser y bajar al baño.

no sé cuántos kilómetros hemos hecho durante la noche, pero creo que no han sido muchos. recuerdo haber estado parados en una estación al menos un par de horas. no sé si esa parada estaba programa o ha sido inesperada, en cuyo caso ahora iríamos con retraso. tengo que preguntar a algunos de los muchos revisores que no dejan de pasar por aquí. en todo caso, el viaje de chicago a houston pasa por 5 estados: illinois, indiana, missouri, arkansas y texas. es curioso, pero el paisaje no cambia demasiado, al menos a ojos de un europeo.

sigo preocupado por la imposibilidad de conectarme a internet, y lo que eso puede complicarme el viaje. más que preocupado por el hecho en sí, me preocupo al extrapolar los problemas que estoy teniendo en ee.uu. para imaginar los que puedo tener en otros países donde el acceso a internet sea, directamente, imposible. en todo caso, sigue siendo una preocupación estimulante. antes comentaba que hoy es el primer día realmente incierto desde que empecé el viaje. hasta ahora, ha salido todo según lo previsto, es decir, tenía un plan bien definido. a partir de ahora, el plan no es más que un borrador de gruesas líneas. llegamos a houston a medio día, alrededor de las 14_00, y a partir de ahí debo encontrar la manera de llegar a la frontera con méxico. no tengo claro a qué pueblos dirigirme, aunque recuerdo que matamoros era uno de ellos. hablando con heraclio me comentó de desde houston a la frontera había unas 6 horas por carretera. lo ideal sería encontrar un autobús nocturno, lo que me ahorraría buscar alojamiento, me permitiría pasar el día en houston y sobre todo me dejaría en la frontera por la mañana, con todo el día por delante para preparar el siguiente asalto. la hora de llegada a los lugares se ha convertido en algo clave. nunca le había dado demasiada importancia, pero a raiz de la experiencia de perderse t noche en harlem me he dado cuenta de que no tiene nada que ver llegar a un sitio por la mañana temprano que a última hora de la tarde. la capacidad de reacción e improvisación en este último caso se reduce mucho, aunque por otra parte, eso afila el ingenio y hace que sea mucho más interesante y divertido.

el tren me deja en longview. se un pequeño apeadero como tantos otros que hemos pasado a lo largo de estos dos días de viaje. allí espera un autobús que nos llevará directamente a houston. llego el primero y me acomodo en la segunda fila. detrás mía viene una mujer de aspecto típicamente norteamericano. tendrá cuarentitantos, pero es una rubia realmente atractiva. me pregunta si soy frances (de alguna manera ha llegado a esa conclusión fijándose en mi mochila), y así iniciamos una conversación banal que cerramos cuando el autoús se pone en marcha. en total no iremos más de cinco personas en ese autobús. el conductor tiene un gesto que me inspira confianza, cosa que no me suele ocurrir con los conductores en general. nada más arrancar, la rubia de la primera fila comienza a coquetear. el conductor le sigue el juego. se pasan todo el trayecto tonteando. incluso llega a parar el autobús en mitad de la autopista para cambiar la pelicula porque la rubia le ha dicho que se está aburriendo. yo ando metido en mis propios pensamientos. es interesante viajar en autobús porque me permite cruzar el corazón de las ciudades. por todos sitios hay banderas de ee.uu. y del estado de texas. viajamos por una especie de autopista de dos carriles con poco tráfico. pronto entramos en houston. al igual que me pasó con chicago, conforme nos adentramos en las calles llenas de rascacielos tengo la sensación de que no son más que maquetas de tamaño gigantesco.

despues de callejear un buen rato, el autobús nos deja en un descampado junto a una oficina de amtrack, la empresa de ferrocarriles de ee.uu. el conductor me desea que disfrute de mi estancia de houston estrechándome la mano. no quiero decirle que estoy de paso, así que sencillamente respondo que lo haré. hace un calor de mil demonios. es como un día de terral malagueño en pleno mes de julio. entro en la oficina donde se está mucho mejor. suelto las mochilas y me siento unos segundos para tratar de trazar un plan. la oficina tiene varios bancos de madera con pinta de ser muy incómodos. uno de ellos está ocupado por la única persona que parece haber allí. se trata de una mujer vieja y gorda rodeada de bolsas. junto a ella tiene apracado un carrito de la compra lleno de latas de refrescos. tiene el pelo horriblemente sucio y gris, las piernas hinchadas y sus descalzos pies estánn completamente deformados. aun a varios metros me llega su hedor.

me acerco a la ventanilla de atención al cliente y grito preguntando si hay alguien ahí. a mi llamada acude una señora. es tan baja que tiene que subirse una escalera de dos peldaños para llegar a la altura del mostrador. le explico que estoy buscando la estación de autobuses porque quiero llegar a méjico. me recomienda la estación de la empresa grayhound y me indica como llegar. me recomienda que coja el tranvía, pero yo le digo que prefiero andar.

-hace mucho calor, no deberías ir andando con tanto peso encima.
-no se preocupe, estaré bien.

le doy las gracias y vuelvo a por las mochilas. en ese momento la vagabunda se dirige a mi:

-perdone señor, puede llenar esta botella en ese grifo de agua fresca -dicen mientras coje una botella de plástico de una de sus bolsas.
-claro, enseguida.

el grifo es un surtidor del que sale un fino chorrito de agua. tardo un buen rato en llenar la botella, que ha quedado empapada de agua por mor de mi mal pulso. antes de devolvérsela a la mujer, busco en mi mochila un paquete de pañuelos de papel y los uso para secarla bien. cuando la tengo lista, se la doy. ella se queda mirando extrañada y me dice que ella no quiere el agua, que es para mí, que voy a necesitarla para refrescarme porque hace mucho calor y la estación está lejos. ha estado oyendo la conversación, y ha querido echarme una mano.

-muchas gracias, es muy amable de su parte.
-gracias a tí por tomarte la molestia de llenar y secar la botella pensando que era para mi.

me despido con una sonrisa a la que ella responde con una sonora carcajada.

me lleva más de una hora llegar hasta la estación de autobuses. la indicaciones de la mujer del mostrador fueron certeras, y no tuve ningún problema. una vez localizada, vuelvo sobre mis pasos para sentarme en una cafetería a tomarme una cerveza fresca y bien merecida. tienen red inalámbrica, así que aprovecho para leer el correo y subir algunos textos al blog. si la cerveza helada me sienta bien, la lectura de los mensajes recibidos en el blog me siente mucho mejor. al cabo de un rato vuelvo a la estación y pregunto cómo podría llegar a ciudad de méjico. la chica me plantea un itinerario, que pasa por san antonio, laredo y algunos pueblos más. el autobús sale en 45 minutos, y estaré en distrito federal en unas 24 horas. genial, me lo quedo. recuerdo que estuve una noche buscando en internet información sobre ese mismo viaje, y después de horas y horas no encontré nada concreto. está claro que a veces es mejor no molestarse en preparar las cosas, porque surgen solas. en poco tiempo estoy saliendo de houston, dejando atrás los rascacielos de cartón piedra rumbo al sur.


la estación de san antonio es muy pequeña. tengo que pasar allí dos horas esperando el autobús a laredo. aprovecho para cargar las baterías del portátil, comer algo y hacer un poco de ejercicio. el tiempo pasa rápido, y ya estoy en la cola de acceso al autobús. a pesar de que san antonio aún está relativamente lejos de la frontera, todo el mundo allí es mejicano. yo no necesito el inglés, puesto que todo se habla en español. de todos los pasajeros no hay ni un solo gringo. se nota el puntito de caos que los mejicanos le dan al viaje. para empezar, la cola no tarda en convertirse en una masa de gente que se queja y que quiere subirse al autobús cueste lo que cueste. los maleteros están tan llenos de los pasajeros que venían usando el autobús, que no caben los petates de los que nos incorporamos nuevos. nos piden que los subamos con nosotros, así que me echo la mochila a la espalda y subo la escalera. me encuentro con una autobús atestado de gente y equipajes. es justo lo contrario que el primer tren que tomé. hay mucho ruído, y gente que no avanza porque no tienen donde poner sus equipajes. los que están sentados se quejan y los que están de pie también.yo avanzo y avanzo hasta llegar el fondo del autobús. allí encuentro un sitio libre, el último. está ocupado por la maleta de un viejo mejicano de largo bigote y raído jersey rojo oscuro.

-disculpe señor, le importa si me siento a su lado.
-como usted guste, joven.
-dejo su maleta aquí en el pasillo.
-como a usted le resulta más cómodo.

al fin logro acomodarme. el pasillo está intransitable, lleno de maletas por todos sitios. comenzamos a charlar mientras arrancamos, pero la cosa se retrasa. es lógico, yo me senté en la úĺtima plaza libre, y detrás mía venía más gente. dos hombres se han ido al fondo de autobús y se han buscando un sitio de pie. no se quejan y piden al conductor que arranque, que no se preocupe. el conductor se niega. ya encontrará la manera de solucionarlo, no debemos preocuparnos. yo asisto al espectáculo con una sonrisa en los labios. al contrario de la mayoría, no tengo nada de prisa, así que disfruto del caos y pienso en todas las bromas que mis amigos me hicieron antes del viaje al respecto de los autobuses mejicanos.

finalmente, el gallinero empieza a calmarse. nadie sabe a ciencia cierta como se ha solucionado el problema, pero parece ser que lo que han hecho ha sido bajar a los dos chóferes suplentes, que tendrán que buscarse el medio de acudir a los puntos en los que se cambian con el conductor titular. entretanto, entablo conversación con duncan, un canadiense que viaja desde ontario a distrito federal para acudir a una boda. hablamos en español, porque es un gran amante de la cultura mejicana y domina perfectamente el idioma. me recomienda un montón de sitios a los que ir cuando llegue a la capital. parace un poco decepcionado cuando le digo que sólo estaré uno o dos días a lo sumo. le explico que tengo prisa y se queja de que todo el mundo tiene prisa siempre. es un tipo culto, delgado, pelo blanco, pantalón corto y calcetines negros subidos hasta cerca de la rodilla. trabaja de bibliotecario y le gusta escucharse a sí mismo. habla y habla sin parar. a pesar de que su charla resulta interesante, tengo ganas de mandarle callar. aprovecho un hueco para indicarle que voy a dormir un rato, que estoy cansado. el truco funciona y se calla. el autobús arranca con media hora de retraso. en dos cabezadas estamos en laredo.

4 comentarios:

Bachiller dijo...

Has desmentido el tópico, en Houston no hay problema (ha pasado por el blog sin dejar historia de terror alguna).

Juan Mancera dijo...

Un tipo de pelo blanco, delgado, pantalón corto y calcetines negros hasta las rodillas. ¡Coño! eso es un árbitro

Sergio dijo...

Pues yo cuando he leido que el tio se llamaba Duncan y que la historia trascurria en San Antonio, digo COÑO ha estado hablando con TIM DUNCAN.....despues ya me he dado cuenta o que era un arbitro o que era J, STOCKTON de Utah Jazz.

Por cierto creo que este bus sera una maravilla comparado con los que te encontraras mas pa bao.

CUIDATE

Julia dijo...

Como se lo está inventado todo los dos tenéis razón. Pedro a mezclado a Tim Duncan porque estaba en San Antonio y a Stockton porque se le ocurrió, el caso es que este tío se lo está inventando todo. Pero no pasa nada, yo ya por las noches después de cenar no veo la tele, leo el blog del Pedro.

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