viernes, 31 de julio de 2009

insectos

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38 y 39. una sola palmada me ha bastado para matar a estos dos. en el rato que llevamos parados he matado ya 39 insectos. en los últimos dos días habrán sido cientos, pero no llevo la cuenta, claro. he probado a cerrar las persianas, la puerta, apagar las luces y esconderme debajo de las sábanas, pero acaban entrando y dando conmigo. 40. los hay de todos tipos, voladores y terrestres, grandes y pequeños. los hay incluso con aspecto agradable y algunos que ni siquiera había visto en mi vida. todos corren la misma suerte, morir aplastados por mi mano implacable. al principio me ayudaba de instrumentos como mis zapatillas o cualquier prenda que tuviera al alcance, pero hace ya tiempo que empleo mis manos desnudas. son más efectivas, más certeras. ya no me da asco el liquido negruzco que sale de sus tripas ni el polvo áspero que desprenden sus alas. no me afecta el crujido sutil de sus organos al reventar. 41.

la lámpara está llena de ellos, que revolotean intentando acceder al foco de la luz, tropezando una y otra vez contra el plástico que recubre la bombilla. de vez en cuando se cansan y bajan a buscarme, sin saber que les estoy esperando con mis manos cargadas. no tengo otra cosa que hacer que matar insectos. se ha convertido en el pasatiempo perfecto. "se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas" y no necesito saber la hora que es porque el tiempo ha dejado de regir mi comportamiento. duermo 20 horas al día, y las restantes cuatro las dedico a asomarme a la ventana, a matar insectos y a tratar de desenmascararme de una vez, de saber qué cojones estoy tramando sin saberlo. aquí amanece a las 2 de la mañana, pero eso no me dice nada. soy yo quien decide cuándo es de día y cuándo de noche subiendo y bajando las persianas. he dejado de comer, hace ya dos días que no lo hago. ¿para qué? no necesito energía para dormir y menos para matar a estos pequeños hijos de puta que tratan de colarse por mis oídos para dejar huevos que se conviertan en larbas que puedan darse un buen festín a costa de mi masa cerebral. van listos si creen que van a poder conmigo. 42 y 43.

el mecanismo de ejecución es sencillo. les aplasto con mis dedos. para algunos, lo más grandes, debo emplear toda la palma de mi mano. luego dejo que su cuerpo inerte caiga sobra la alfombra, cementerio improvisado, desde donde serán absorbidos por la aspiradora de sacarino, que llega todos los días puntual a su cita. los más grandes, sobre todo las enormes libélulas cuyas alas tienen el tamaño de un lápiz, las recojo del suelo asiéndolas por las patas y las dejo en la bolsa de la basura que cuelga a los pies de mi catre. tengo ya una decena de ellas en la bolsa. 44.

ya es suficiente, quiero dormir un rato. no tengo sueño, pero no necesito tenerlo para dormirme. he encontrado un interruptor que hace que mi cuerpo pase a estado de reposo y que mi cerebro desconecte. no tengo más que pulsarlo para caer en un estado soporífero que enseguida deriva en un profundo sueño, en el que, no obstante, permanece un brazo de guardia que se encarga de matar mecánicamente a todos los insectos que se atreven a posarse sobre mi piel. me desnudo y me meto debajo de las arrugadas sábanas. hace frío, así que añado una manta que apenas me llega de los pies al pecho. alguien decidió comprar mantas cuadradas, ideales para hacer picnics en el parque, pero insuficientes para arropar a un hombre de 1,80 en las frescas noches del verano siberiano. me pongo los auriculares aunque no pongo música (tengo que racionar las pilas que ya escasean). el único objetivo es impedir que alguno de estos hijos de puta se atreva a entrar.

en cuestión de minutos estoy dormido. casi podría decir el momento exacto en que caigo en el sueño, noto cómo viene y de pronto ya está. es fantástico. daría lo que fuera por mantener esa capacidad fuera del tren, pero sé que no será así. sé que se trata de un superpoder que me ha sido concedido sólo durante los 6 días de trayecto, y lo acepto.

algo altera mi sueño. en principio no sé qué es exactamente. los días me han hecho inmune a todos los ruidos del tren, y no hay nadie más en el vagón. presto atención y puedo oir algo. es una zumbido que proviene de mis pies, como un aleteo amplificado. trato de no hacer caso y volver a dormir, pero no puedo. mis sentidos se encuentran totalmente enfocados a detectar el origen de ese zumbido. ahí está de nuevo. el corazón se me empieza a acelerar y la boca se me seca. no sé qué podrá ser. tengo miedo a encender la luz, pero no me queda otro remedio. saco el brazo de debajo de la manta, donde se encontraba seguro, y activo el interruptor. nada fuera de lo común. el compartimento sigue exactamente igual que estaba antes de irme a dormir, exactamente igual que los dos últimos días.

dejo la luz encedida y vuelvo a tumbarme, aunque mantengo los ojos y las orejas bien abiertas. de nuevo el zumbido. cada vez se hace más largo y continuo. proviene de la bolsa de la basura que cuelga sobre mis pies. me acerco con cautela y miro con atención. el plástico es semitransparente, de manera que pueden distinguirse las formas de toda la porquería que que he ido acumulando. hace dos días que sacarino no la vacía, así que está llena. ahí está, puedo ver el origen del zumbido. son las alas de un palomita al rozar la bolsa. es de las grandes, y por eso ha tenido el honor de acabar en la bolsa en vez de en la alfombra, como la mayoría. está pegada al plástico, así que puedo verla con claridad. tiene el cuerpo horriblemente deformado, con las tripas desparramadas. aún así, de alguna manera consigue mover las alas en un vano intento de salir de ahí. juraría que la maté hace más de un día. la recuerdo porque lo hice mientras dormía. noté como se paseaba por mi cuello y fue aniquilada por un certero y mortal manotazo, que al tiempo agarró su cuerpo aplastado y lo dejó dentro de la bolsa. apenas dediqué unos segundos a mirar la víctima y admirar su tamaño antes de volver a dormirme. y a pesar de todo ahí sigue aleteando.

le doy el toque de gracia destrozando lo que queda de su cuerpo con mis dedos pulgar e índice. aún a traves de la bolsa puedo notar la viscosidad de sus tripas frías. de nada sirve, sus alas siguen agitándose y provocando el zumbido. ya están despegadas del cuerpo, así que cualquier acción que hagan mis dedos sobre éste, es completamente inútil. me dispongo a terminar con las alas de una vez cuando escucho otro zumbido, un poco más agudo que el que venía escuchando hasta ahora. tras ese, otro y otro. ya son varios. son tantos que se confunden en uno solo y continuo. todos salen de la bolsa, y están provocados por el aleteo de las decenas de insectos muertos que hay ahí dentro. tienen tal fuerza que consiguen que la bolsa empiece a temblar. el tren está parado, pero la bolsa se mueve visiblemente. me alejo en un gesto de miedo instintivo. debería coger la bolsa y tirarla por la ventana, pero creo que es demasiado tarde. el instante de duda ha hecho que los insectos hayan empezado a salir, con sus alas tirando de sus deformes cuerpos y sus antenas dirigidas hacia mi. mientras admiro aterrado cómo la bolsa vomita engendros voladores que hacen zumbar a sus alas, puedo notar cómo algo sube por mis pies desnudos. necesito hacer acopio de todo mi valor para atreverme a mirar para comprobar que los pequeños cadáveres de insectos que yacìan sobra la alfombra han empezado a levantarse. los que aún conservan las alas comienzan a usarlas para volar a mi alrededor, y los que no, trepan por mis pies, mis tobillo, mis piernas. estoy paralizado por el miedo y no hago nada.

en unos minutos, mi cuerpo está lleno de insectos deformes. me cubren por completo, de los pies a la cabeza. sigo completamente paralizado, y desconozco si se trata simplemente del miedo o es alguna sustancia que me haya sido inyectada por los aguijones de algunos de estos pequeños hijos de puta con sed de venganza. sea como sea, nada puedo hacer más que mirar como me invaden. si me mantengo de pie es por la fuerza que ejercen sobre mi, pues no tengo más control sobre mis músculos que el que tengo sobre las ruedas del tren donde voy subido. el pequeño ejército de monstruos deformes se afanan en destrozarme. creo que tienen como objeto descuartizarme y dejar mis restos tirados por la alfombra.

en el suelo, unos pequeños escarabajos voladores unen sus fuerzas para ir arrancando, una a una, las uñas de mis pies. son necesarios una docena de ellos para despegar la uña de la piel, aunque una vez dado el primer paso, el resto es fácil y sólo requiere de un par de ellos. la del pulgar es un caso especial, y son necesarios casi cincuenta escarabajos para sacarla. incluso reciben la ayuda de un ciempiés que se tumba a lo largo del borde interior de la uña desde donde coordina los esfuerzos de los negros peones. una vez sacadas las 10 uñas, se lanzan a devorar la carne viva que ha quedado a la luz. lo hacen con pequeños mordisquitos y en cuestión de minutos ya han llegado al hueso, que lamen con impotencia durante unos instantes antes de darse por vencidos y tomar la decisión de seguir mordisquieando piel y carne pie arriba. han terminado con mis dedos avanzan por el pie. desde mi posición puedo ver como no tardan el acabar con toda la piel que recubre el pie, y continúan el festín con los tendones y la carne que recubre los huesos. casi resulta divertido ver mis flaco y blanco esqueleto, limpio como una patena.

el dolor es blanco y brilla.

mientras los escarabajos dan cuenta de mis pies, una pequeñas moscas que se mueven a tal velocidad que apenas puedo verlas, se emplean en mis manos siguiendo la misma operación. primero me quitan las unas, que lamen entusiasmadas, y luego se encargan de devorar con ansia la piel y la carne. creo que la carne pegajosa que queda justo debajo de la uña es la parte más sabrosa, porque se pelean entre ellas por alcanzar siquiera un bocado que las deje satisfechas.

cada vez hay más bichos cubriéndome. han encontrado un mecanismo de multiplicarse que consiste en dejar huevos en mi estómago, que cumple las condiciones ideales de oscuridad y humedad. decenas de moscas entran por los agujeros de mi nariz y por la boca para depositar centenares de huevos que no tardan en eclosionar. luego, cada cierto tiempo, una mariposa que se ha situado sobre mi lengua, aletea, estimulando con ello mi campanilla provocandome arcadas que dan como resultado un vómito vivo de insectos recien nacidos. la operación se repite una y otra vez, de forma que soy una fábrica que pare insectos sin parar, los mismos insectos que inmediatamente se dedicarán a devorarme.

mientras los escarabajos avanzan por las piernas hacia arriba y las pequeñas moscas hacen lo propio con los brazos, los mosquitos se dedican a perforarme los ojos. lo hacen con sus pequeños aguijones y de forma sistemática. una decena en cada ojo pincha y pincha sin que pueda hacer nada (el párpado fue debidamente retirado al comienzo de las operaciones para evitar estorbos innecesarios). mientras unos hacen agujeros, las hembras los usan para dejar huevos dentro del globo ocular, que ha sido secado. acumulan dentro de mi ojo tantos huevos como caben, y en cuestión de minutos, cuando las larbas empiezan a salir, reclamando su espacio, provocan la explosión de las esferas blancas. las dos lo hacen casi al mismo tiempo, emitiendo un sonido sordo y apagado. los nervios que han quedado colgado son ávidamente succionados por las hembras, mayores en tamaño a los machos y por tanto más fuertes. chupan y chupan hasta dejarlos secos, momento en el cual se retiran dejando a los machos terminar de devorar los hilos secos que crujen con cada mordisco. a partir de que mis ojos han reventado, las cuencas constituyen un buen punto de acceso al interior de mi cabeza. se convierten en una autopista por donde circulan todo tipo de bichos, algunos deformes y otros recien nacidos de mi estómago.

en mi espalda, un grupo de arañas lleva tiempo bajando por mi columna vertebral, descosiendo la piel en cada vértebra y creando una especie de cremallera que va desde mi cuello al coxis. creo que quieren usarla para desollarme de forma limpia, de la misma manera que me quitarían una camisa. así lo hacen, pero requieren la ayuda de libélulas, cucharachas, langostas y otras especies voladoras. el espectáculo es formidable: cientos de bichos voladores asen mi piel y tiran, dejando mi espalda en carne viva. tiran con tanta fuerza que acaban arrancando la piel de mis glúteos. a estas alturas, los escarabajos ya han devorado toda la piel de mis piernas y las moscas hace tiempo que terminaron con mis brazos, de forma que mi cuerpo está formado ahora por unas piernas y unos brazos de hueso, y un tronco que está siendo despellejado lenta y esforzadamente.

mientras las especies voladoras repiten la operación con la piel de mi torso, unas minúsculas hormigas se han colado por las cuencas de los ojos y han llegado al cráneo, justo debajo del cuero cabelludo. desde allí, succionan la raiz de mis pelos, deborándolos como si fueran fideos. son tantas que apenas tienen un cabello para cada una de ellas. cuando terminan con todos, y mi cabeza está lisa como una bola de billar, unos pequeños insectos verdes que se mueven a saltos atacan mi piel haciendo pequeños agujeros como los de un queso de gruyer. los agujeros se van sucediendo hasta que se van uniendo unos con otros, dando como resultado la desaparición total de la piel.

las hormigas, una vez terminaron con los cabellos, se pusieron inmediatamente con los pelos de la barba, cejas y orejas, dejando mi rostro impecablemente imberbe. un ejército de lombrices se encargan de terminar con la piel y músculos de mi cara, dejándome con esa ridícula sonrisa que lucen los esqueletos.

mientras tanto, los bichos voladores ya han terminado de desvestirme completamente, dejando que mis órganos resbalen y caigan por su propio peso a mis pies. el corazón, los pulmones, riñones, hígado, estómago e intestinos se mezclan de forma viscosa y son pasto de millones de pequeños insectos con sed de venganza. el estómago sigue unido mediante los tubos del cuello a la boca, por lo que yo sigo vomitando sin parar. todos parecen saber que no deben tocar ninguno de los órganos relacionados con la fábrica de hermanos, así que cuando terminan con todos los demás, se dirigen directamente a mis genitales, un pequeño postre que apenas dura unos segundos. cada vez son más bocas que alimentar y empieza a escasear la comida. todo mi cuerpo se reduce ya a un esqueleto con cerebro (nadie se ha atrevido a tocarlo) y estómago conectado a la boca mediante la laringe. alguien da la orden, y la fábrica deja de funcionar, ya hay suficentes. es un alivio dejar de vomitar. en un suspiro, mi estómago ha desaparecido y se halla repartido entre los estómagos de miles de pequeños cabrones.

soy un esqueleto con cerebro, lo que hace que se retiren todos, dando paso a una turba de enormes escarabajos del tamaño de pelotas de tenis, armados con firmes mandíbulas como tenazas. con ellas empiezan a hacer crujir mis huesos, empezando por las falanges de los dedos de los pies, y continuando con el resto de huesos del pie, tobillo, tibias y subiendo sistemáticamente. usan las tenazas para hacer crujir el hueso como si fuera un marisco, dejando a la vista el tuétano viscoso, que es debidamente deglutido por la procesión de gusanos que sigue a los escarabajos, y que se introducen por las grietas de mis quebrados huesos, haciéndome cosquillas con su gracioso reptar.

soy un cráneo apoyado sobre la alfombra azul de mi compartimento. todos se han ido y pienso que todo se ha acabdo cuando noto apoyarse en mi una palomita. tiene el tamaño de una lechuza y ha introducido su larga y flexible trompa por la nuca hasta alcanzar de lleno el cerebro.

-gora euskadi, gora eta -parece decirme.

empieza a sorber a intervalos regulares. mientras lo hace, los escarabajos han vuelto con sus tenazas y han reducido mi craneo a polvo que es esnifado por un grupo de babosas que engordan visiblemente a medida que se van aspirando el blanco polvo. la palomita sigue sorbiendo y secando mi cerebro hasta dejarlo seco como una pasa y del tamaño de una nuez.

eso soy, una nuez tirada en el suelo. todos se han ido, me han dejado solo y a oscuras en el centro del compartimento. paso así unos minutos inciertos hasta que la puerta se abre. es sacarino que viene a pasar la aspiradora.

cuarto día en el transiberiano

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día 25 de julio del año 2009 de vuestro señor

me con la luz que entra por la ventana. anoche olvidé bajarla, así que las primeras luces del alba me dan directamente en la cara, en los ojos, y me despiertan inevitablemente. consulto el reloj, que trata de engañarme diciendo que son las 2 de la mañana. no puede ser. me incorporo, enciendo las lueces y vuelvo a mirarlo. insiste en que son las 2 y pico. debe de haberse parado, así que acudo al bolsillo de mi pantalón para consultar el reloj que tengo con la hora de españa. allí es medianoche, y en rusia son dos horas más, así que tendré que creerme que son las 2 de la mañana. el territorio ruso es tan grande que abarca varios husos horarios. en la última parada que hicimos sincronicé mi reloj con la hora que marcaba el reloj de la fachada de la estación. imagino que será la hora en moscú, pero aún estamos a miles de kilómetros al este de la capital. el resultado es que aquí amanece a las 2. es para volverse locos, mi cuerpo está totalmente descontrolado, ya no sabe si tiene que estar despierto o dormido, así que tengo que ser yo quien decida que a las 2 de la mañana es de noche y hay que dormir. bajo la persiana hasta el fondo y vuelvo a la cama.

vuelvo a despertarme a las 4 y a las 6. ya es buena hora para levantarse, coger algo de agua caliente del termo y asearme. no tengo absolutamente nada que hacer, así que estoy tentado de volver a leer a cortázar. lo tengo ahí, al alcance de la mano, pero sé que zambullirme en el universo de rayuela va a hacer que se me quiten las ganas de escribir.

-dejarás de escribir -me dice natalia en mi cabeza.

no quiero dejar de hacerlo, pero tengo que abrir ese libro y seguir leyendolo. lo hago. paso dos horas devorando con ansiedad las finas páginas del libro antes de parar para desayunar algo. sólo lo hago por mantener cierto orden en mi alimentación, pero no tengo hambre, cómo habría de tenerla si lo único que hago es dormir. me como exactamente 6 uvas. 6, como el número de mi vagón, como el número de mi compartimento, como el número de días que dura el viaje. 6 uvas 6, ese es mi desayuno. 6 uvas y 6 sorbos de agua china del bote de los "all blacks" que me compré en nueva zelanda. tengo sueño, creo que dormiré un rato.

dormir, despertar, leer, escuchar música, dormir, despertar, asomarme a la ventana, dormir, despertar, escribir, dormir, despertar, asomarme a la ventana, leer, escribir, oir música, llorar, dormir, despertar, subir la persiana, bajar la persiana, dormir, despertar, matar insectos, hacer la cama, deshacer la cama, leer, beber agua china, andar por el pasillo, mirar el paisaje, sacar la cabeza por la ventana, sacar medio cuerpo por la ventana, gritar, leer, dormir, despertar, matar insectos, dar saltos sobre mi catre, oir música, leer, dormir, soñar. llueve.

es duro estar a solas conmigo.

tercer día en el transiberiano

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día 24 de julio del año 2009 de vuestro señor

me despierto al notar como el tren se detiene. tras unos segundo de aturdimiento, me visto y salgo al pasillo. está desierto. es extraño porque por estas latitudes amanece a las 5 de la mañana, así que a las 8 ya está todo el mundo en marcha. doy un paseo por otros vagones y no consigo encontrar a nadie, a excepción de los encargados de los vagones, vestidos con sus camisas azules y sus gorras oscuras.




al llegar al vagón de primera me encuentro de los dos americanos. les conocí el primer día en el vagón restaurante, pero apenas hablamos, no fue más que una presentación más o menos formal.

-¿qué pasa?
-¿qué tal?
-¿dónde se ha metido la gente? -les pregunto.
-eso mismo estábamos diciendo nosotros. el vagón restaurante está cerrado, y por aquí no se ve a nadie.
-por los vagones de allí atrás no hay nadie, desde luego. creo que estamos solos.

charlamos un rato y vuelvo a mi compartimento para desayunar algo. desde que decidí organizar mis horarios de comida y aumentar las tomas de carbohidratos, trato de ser muy estricto. ya no me quedan cereales, así que tendré que arreglármelas con un paquete de galletas que me dejaron paul y helen antes de irse. acompaño con algo de fruta y yogur.

cuando termino de comer salgo a buscar al encargado de mi vagón, sacarino. es un buen tipo, y aunque sólo nos comunicamos por señas (ni siquiera sé si es chino, mongol o ruso; tiene una cara que podría ser cualquiera de las tres cosas) nos llevamos bien. creo que le caigo simpático porque tengo en el compartimento una bolsa donde voy echando la basura. el resto de pasajeros de tren no se molesta en esas tonterías y tira las cosas al suelo. sacarino se encarga de mantener limpio el vagón número 6, así que todas las tardes pasa con su bolsa de basura recogiendo la mierda de los pasajeros. cuando llega a mi compartimento, me sonríe dándome las gracias por tener el sitio limpio, vacía mi bolsa y vuelve a dejarla donde estaba. después que ha terminado de recoger la basura, pasa una vieja aspiradora asmática con tan poca potencia que tiene problemas para recoger los insectos muertos de la alfombra del pasillo.

le pregunto dónde está el resto de la gente, y me dice que no hay nadie más, al menos en nuestro vagón. sólo estamos él y yo. le pregunto por dónde vamos, y me dice que estamos cerca de irkutsk. me asomo a la ventana, y el paisaje confirma lo que me ha dicho sacarino. frente a mi se muestra el magnífico lago baikal, a orillas del cual se encuentra irkutsk. hace un día claro y soleado, aunque no hace calor. aún así, para la gente de este lugar es suficiente para acercarse a la playa del lago.




me quedo un rato más admirando el paisaje, pero pronto me canso y vuelvo a mi sitio a escribir un rato. tras eso, sin saber muy bien qué hacer (no puedo permitirme ponerme a ver películas en el ordenador como me gustaría, porque la electricidad es un bien escaso aquí), me tumbo a escuchar música. no tardo ni dos canciones en quedarme dormido, para despertar horas más tarde por el olor a comida que me llega de la pequeña cocina de sacarino. deben de ser las 12, hora a la que suelen almorzar aquí. busco en mi arcón y decido comerme un noodle, uno de esos platos de fideos chinos precocinados, y unas naranjas. tras eso, me vuelvo a tumbar hasta dormirme de nuevo.



pasaré el resto del día durmiendo, levantándome sólo de vez en cuando para ir al baño y comerme alguna manzana. al fin logro pasar un día sin hacer absolutamente nada. llevaba semanas buscando un día de estos antes del viaje, pero, por unas cosas y por otras, no logré encontrar el momento. ahora al fin lo he logrado. duermo y duermo sin sentirme culplable por ello, sin tener la sensación de estar desperdiciando el tiempo. al contrario, me siento como si estuviera cargándome poco a poco, conectado a uno de los enchufes de 48V que ha repartidos por los pasillos del tren, mientras escucho música y pienso en cosas que acaso debiera enterrar.

do i love you? yes i do.

jueves, 30 de julio de 2009

segundo día en el transiberiano

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día 23 de julio del año 2009 de vuestro señor

cuando despierto, la oscuridad en la habitación es total. me pregunto qué hora será y casi no puedo creérmelo cuando el reloj me responde que son las 8.30h. ya ni recuerdo la última vez que me desperté tan tarde, probablemente cuando estaba en el instituto. me alegro de haber tenido la feliz idea de bajar la persiana de la ventana hasta el final, no permitiendo entrar ni un solo haz de luz. mis compañeros de habitación aún duermen, o eso creo hasta que me fijo en el pequeño resplandor que sale de la pantalla de iphone del joven chino.

mi primera idea es vestirme y salir al pasillo, pero luego recuerdo que estoy de vacaciones, que no tengo nada que hacer: no hay ciudades que visitar, no hay transportes que planificar, no hay alojamientos que reservar. solo está el traqueteo del tren y una ventana que me permite asomarme al desierto goby, ese lugar tan familiar para alguien que se ha criado leyendo los tebeos de mortadelo y filemón. subo la persiana unos centímetros de forma que me permita asomarme. ni siquiera tengo que cambiar de posición para ver el paisaje de colinas que desfilan al ritmo que marcan las calderas del tren.

después de remolonear durante una hora, me levantan las ganas de desayunar. me visto y salgo al pasillo que está lleno de gente que charla amigablemente o simplemente permanece asomada a las ventanas. me acero al compartimento de paul y helen y les encuentro preparando el desayuno.

-buenos días.
-buenos días. ¿has podido descansar? -se interesan.
-¡sí! me he despertado a las 8.30h, y luego he seguido un rato más en la cama, hasta ahora mismo.
-vaya, me alegro. ayer parecías cansado. creo que este viaje en tren va a venirte bien para recuperar fuerzas para el resto de tu aventura.
-estoy seguro.
-estábamos a punto de empezar a desayunar. ¿te unes a nosotros?
-claro, estoy hambriento. ayer compré un montón de cosas, ahora vuelvo.

vuelvo a mi compartimento y cojo algunas cosas: un cartón de zumo de melocotón, una botella de yogur líquido, una bolsa de plátanos, un tarro de fresas en almíbar y los últimos mueslies que me quedan.

-hacedme sitio que voy.

el desayuno es animado. en el compartimento también desayunan una pareja de chinos que dan buena cuenta de sendos platos de pasta. por más que les ofrezco, no consienten en comer nada. helen me explica que los mueslies que compré en cairns son toda una institución en australia. todos los niños desayunan esos cereales, e incluso hay competiciones para ver quien es capaz de comer más de una vez.

-yo nunca llegué a comer más de dos -confiesa helen.
-yo me comí una vez séis seguidos, pero es que estaba hambriento y no tenía otra cosa -le respondo.

me cuentan las diferentes formas que existen de comérselos: meclándolos con agua, con leche, con yogur.

-cada persona tiene su particular forma. unos los empapan, otros sólo los mojan superficialmente para que se conserver crujientes, unos añaden azúcar, miel, nata, algo de fruta. en definitiva, hay todo un mundo que gira sobre esos mueslies -me sigue contando helen.
-yo los probaré migados en yogur -sentencio.




el desayuno se alarga durante más de dos horas en las que seguimos comiendo y charlando. paul no deja de sacar frutas exóticas de su aventura por el sur de asia, y yo las pruebo todas porque mi hambre es insaciable. creo que el hecho de relajarme también ha favorecido a eso. es como si mi cuerpo quisiera volver a la normalidad, recuperando suelo y energías ahora que nadie obliga a prescindir de ello.

el tren sigue devorando kilómetros de vías y cada vez está más cerca de ulan baton, el siguiente destino. salgo del compartimento y dejo que la encantadora pareja prepare sus enormes mochilas. para entonces, las francesas ya se han despertado, recogido las literas y se encuentran sentadas leyendo. puedo volver a mi sitio a acomodarme y mirar por la ventana mientras eschucho música.




el tren se detiene en ulan bator con exactamente dos minutos de adelanto respecto al horario previsto. la estación no es más que un ancho arcén donde cientos de personas esperan impacientes, escrutando las ventanas con ansiedad. entre la muchedumbre se distinguen un docena de tipos que ofrecen alojamiento mostrando unas hojas plastificadas con fotos de hotel que promocionan. en unos segundos, todo el mundo ha descendido del tren, la gran mayoría cargando con sus pesados equipajes. yo bajo a ayudar a paul y helen y de paso despedirme de ellos. las francesas me han estado contando que ulan bator es una ciudad muy peligrosa, y que ellas solo pasarán una noche allí antes de irse a los pueblos del interior. también me despido de ellas y del simpático mr iphone.



se largan todos y yo aún tengo una hora por delante antes de que el tren vuelva a ponerse en marcha. me gustaría ir a la ciudad a dar un paseo, pero no puedo. mi visado es de tránsito, lo que me impide alejarme del tren. no quiero tener problemas con la justicia mongol. me doy el paseo por el andén, y cuando me canso vuelvo al tren. mi vagón ha quedado prácticamente desierto. toda la actividad que había esta mañana ha sido sustituida por un silencio absoluto. una mujer da de mamar a su bebé un par de compartimentos más allá del mío y eso es todo. antes de arrancar, se incorpora una familia de mongoles -padre, madre y niño revoltoso- que dan un poco de vida al vagón.

son las tres de la tarde, y la siguiente parada está prevista para las diez de la noche en naushki, un pueblo cerca de la frontera con rusia. me preparo algo de comer y paso el resto de la tarde asomado a la ventana, viendo cómo va cambiando el paisaje. las secas colinas están ahora teñidas de verde que contrastan con el azul del cielo. es como estár viajando por el escritorio de windows.




seguimos adelante y poco a poco empiezan a aparecer granjas y pequeñas casas de madera disperas en el horizonte. continuamente pueden verse rebaños de ganado pastando en los valles, caballos semisalvajes galopando e incluso grupos de camellos que miran el tren con desinterés. el paisaje es cada vez más verde y se acompaña de grandes charcas de agua y riachuelos donde beben las bestias. la tarde es larga, y tengo tiempo de arrelgar las lamparitas de cabecera que no funcionaban, y la persiana que tanto costaba subir y bajar. si hubiera tenido un destornillador, hubiera solucionado el problema con la bisagra de la litera que tengo sobre mi cabeza y que casi le cuesta a una de las francesas dormir en el suelo.




al fin llegamos a naushki, donde vuelve a llenarse el tren de gente que lleva consigo pesados bártulos. tengo tres nuevo compañeros de viaje. son tren tres colegas que salta a la vista se dedican a trapichear con cosas compradas a bajo precio en mongolia. nada importante, sólo algunos bolsos y algo de ropa. entran en el compartimento como tres elefantes en una cacharrería. me han pillado por sorpresa, así que tengo mis cosas despertigadas por los asíentos, aunque a ellos no parece importarles. se sientan encima de mi ropa o directamente la apartan de un manotazo. nada más llegar, se dedican a sacar bolsos de mujer de una de las varias mochilas que traen. empiezan a repartir esos bolsos entre los compartimentos vecinos, o los meten en el fondo de otras mochilas. mientras lo hacen, uno de ellos se dirige a mi en un inglés muy básico. tiene aspecto de boxeador y me recuerda a george foreman.

-¿de dónde eres?
-de españa
-¡ah, españa! buen equipo de futbol y buen vino.
-sí señor.

seguimos hablando tonterías por el estilo mientras veo, perplejo, como uno de ellos está ocultando varios bolsos pegándolos con cinta adhesiva a sus piernas. es tu tipo bajo y muy delgado, un tirilla. tiene una risa fácil, y cuando sonríe sus ojos se cierran completamente. ha logrado ponerse un bolso alrededor de cada uno de sus gemelos y otros dos en las piernas. la operación la ha completado poniéndose unos pantalones anchos. más tarde descubriría que los otros dos también ocultaban bolsos bajo sus pantalones de chándal. el tercer tipo es el que menos me gusta. es grande y fuerta, un auténtico bestiajez. se ha sentado a mi lado y no para de tocarme mientras trata de comunicarse conmigo. casi no habla inglés, y a cada intento fallido de decirme algo responde con una palmada en mi hombre. me molesta, pero no digo nada, sólo sonrío y trato de apartarme o hacerme el sueco. no para de decir que las chicas españolas son muy guapas y que se las follaría a todas, al tiempo que me recomienda que yo haga lo propio con las rusas. después de tratar de ser simpático conmigo, trata de liarme para que diga que una de sus mochilas es mía. le he entendido a la primera, casi antes de que abriera la boca, pero me he hecho el sueco, fingiendo que no entendía una palabra, y ha desistido.

los tres están visiblemente nerviosos. foreman me dice que no me preocupe, que sólo estarán un par de horas, y cuando pasen la frontera ser irán. me alegro, porque resultaría imposible dormir con el follón de bolsos que han montado. han dejado el compartimento sin espacio para moverse. poco a poco vamos resolviendo los trámites del cruce de la frontera, empezando con rellenar los formularios. la primera revisión es de los agentes de inmigración rusos. un tipo que viste una enorme gorra nos hace salir del compartimento para que un soldado lo revise en unos instantes. la revisión se limita a mirar debajo de los asientos y en el falso techo. no revisa los equipajes, por lo que deduzco que sólo busca inmigrantes ilegales.

la segunda revisión es la médica y la tercera es la que temen mis tres compañeros: la revisión de aduana. el agente es un tipo rubio, de aspecto ruso. es joven, pero tiene una considerable panza. viste con una impecable camisa blanca y un pantalón negro. zapatos brillantes. empieza a hablar con el tirilla, a quien pide que abra su bolso. este lo hace, pero con cuidado de no mostrar lo que hay en el fondo. no sé si es porque yo sé que ocultan cosas, pero el caso es que la forma de rebuscar entre la ropa se me antoja muy sospechosa. creo que el agente sabe que trapichean pero les pasa la mano. aún así, todos ellos tienen que abrir sus bolsos y repasar que lo que llevan se corresponde exactamente lo con lo que han declarado en los formularios. cuando casi han terminado, el agente señala la mochila que bestiajez trató de encasquetarme. hábilmente la ha puesto junto a mi mochila sin que yo me diera cuenta.

-es mía -le digo en español mientras me doy un par de palmadas en el pecho.

el agente me cree y comienza a sellar los formularios de los tres pájaros. unos minutos después, la policía ya se ha bajado del tren y nos ponemos en marcha. cuando arranca el tren, los tres tipos celebran su éxito estrechándome la mano. foreman saca la cartera y me regala un billete mongol. no me está pagando, es sólo un recuerdo.

-souvenir -dice.

es un billete de 50, que imagino no tendrá demasiado valor, pero le agradezco el gesto. les pregunto si han cenado algo y me dicen que no, así que abro mi arcón y saco algo de fruta, zumos y yogur. los tres comemos y bebemos (el tirilla se ha quedado dormido en una esquina) mientras no para de venir gente por el compartimento para devolver los bolsos que repartieron al otro lado de la frontera. la siguiente parada no tarda en llegar, así que recojen sus bártulos y se largan. han logrado colar unos cuantos bolsos de piel de mongolia que podrán vender a precio mucho más alto en rusia.

-me gustaría ir a españa algún día, es un sueño que tengo, pero no tengo dinero -me dice bestiajez justo antes de irse.
-quieres follarte a una española ¿no? -le pregunto con una sonrisa.
-me las quiero follar a todas -me responde dándome el último manotazo en el hombro.

después de todo no parece mal tipo, sólo es un ingeniero químico que trata de ganarse la vida vendiendo bolsos de contrabando para poder alimentar a su mujer y a su hija de cinco años.

cuando les he perdido de vista, recojo las sobras de la fiesta, hago la cama, me desnudo y me dispongo a dormir. son las 2 de la mañana y tengo sueño, sin embargo no consigo dormirme hasta que el tren se pone en marcha. creo que necesito el movimiento y el traqueteo de fondo, como el niño que no se duerme si no es el brazos de su madre que le acuna y le canta una nana.

comienza el transiberiano

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día 22 de julio del año 2009 de vuestro señor

cuando suena la alarma del reloj hace tiempo que la estoy esperando despierto. de hecho no he dormido ni un solo minuto, estoy demasiado nervioso y me aterra la posibilidad de quedarme dormido y llegar a perder el tren. es absurdo, porque nunca me ha ocurrido nada igual, pero no me fío. es curioso, pero si trato de ponerme a escribir, enseguida me puede el cansancio y me invade el sueño, pero si trato de dar una cabezada de unas horas, es imposible. creo que mi cuerpo me está diciendo que no haga nada, que me limite a prepararme para el viaje, que espere despierto sin que nada pueda despistarme.

mis compañeros de habitación van llegando. en la cama de al lado, un joven chino lleva toda la tarde con su portátil. desde que he llegado no he visto de cambiarle de posición. no tengo ni idea de lo que está leyendo, pero debe de ser interesante si es capaz de tenerte horas sin modificar la postura. en la litera que tengo encima se han acostado la americana y otra chica. están viendo una película en el ordenador. estoy arropado porque tenemos puesto el aire acondicionado a tope. las luces están apagadas, aunque las pantallas de los ordenadores dan luz suficiente como para ver las bragas de la americana colgadas al pie de mi cama.

las horas pasan y sigo sin hacer nada más que mirar las manchas de la tabla que hace de somier y que tengo a dos cuartas de mis narices. ni siquiera tengo ganas de escuchar música, y mucho menos leer. me echaría un tetris si pudiera. debí haberme instalado algunos juegos en el ordenador, una buena partida de tetris o sokoban me vendrían bien, me distraerían.




recojo mis cosas y bajo a la recepción. son poco más de las cuatro de la mañana, y quiero aprovechar un par de horas para tratar de saltarme la prohibición china y acceder al blog para colgar algunas entradas. lo consigo, pero va tan lento que sólo tengo tiempo de terminar una antes de que se me eche la hora encima. tengo que estar en la estación a las 7, así que quiero salir del hostel a las 6. una hora es tiempo de sobra para llegar a la estación, que está solo a tres paradas de metro, aunque la parada más cercana al hostel está a 20 minutos caminando. salgo a la calle y me recibe el mismo calor húmedo que me recibió hace ahora 24 horas. vuelvo a tener las mochilas colgadas, así que no tardo en ponerme a sudar. paso por delante del puesto de tortitas donde desayuné ayer, y el chino me saluda de forma efusiva. dos noches durmiend en el mismo lugar y ya conozco al vecindario.

-¿tómate algo no colega? -me dice con gestos.
-qué va tío, paso. voy a tirarle ya para la estación, que no quiero llegar tarde.
-venga ya hijo, no seas mala pipa. una tortita rápida cojones.
-ofú, no sé. muy temprano ¿no?
-anda ya, qué va a ser temprano. venga, ¿cómo la quieres? ¿le pongo una mijilla de miel?
-venga anda, ponme un par de ellas, pero paso de miel. bueno anda sí, échale un poco.
-¡claro! esto es lo mejor que hay por la mañana, te da energía. mano de santo, te lo digo yo que soy tu colega.
-menos guasa chino.
-toma campeón. son 4 yuanes.
-ayer me cobraste 3.
-es por la miel, campeón.
-no tienes cara tú ni nada.
-no seas rácano, coño. que para ti eso no son dineros.
-toma anda.




llego a la estación y ni siquiera tengo que preguntar, porque enseguida encuentro en el panel mi tren, el k3. tengo tiempo de tomarme un café de supermercado mientras me conecto a internet para enviar un par de mails antes de embarcar. muy probablemente no tenga acceso a internet en los siguientes séis días. comenzamos a embarcar, y pasamos por varias puertas y un largo pasillo que desemboca en un túnel que cruzamos a oscuras. al final del túnel, a la izquierda, una escalera que baja a los andenes. esperan varios trenes, pero enseguida encuentro el mío. su color verde oscuro, sus líneas amarillas y sus símbolos cirílicos le delatan. he visto tantas fotos de este tren que podría reconocerlo entre un millón.




en cada puerta de cada vagón espera un revisor que, serios pero amables, me ayudan a encontrar mi compartimento. he comprado un billete de tercera clase, el más barato, pero el sitio no está mal. el verano pasado dormí en trenes cama mucho peores (recuerdo con especial horror el tren de berlín a amsterdam). sólo hay cuatro camas. las dos de abajo, una de las cuales es la mía, hacen de asientos, y las de arriba están plegadas. el vagón es algo, lo que hace que pueda estar sentado aún cuando las camas de arriba estén abiertas. hace calor, en pekín siempre hace calor. un ventilador sobre la ventana tendrá que ser suficiente por ahora, aunque por suerte las ventanas pueden abrirse un buen trozo. cuando estemos en marcha se aireará el habitáculo, cuyo ambiente está sociertamenta cargado. la iluminación artificial se limita a una de las dos barras fluorescentes de la lámpara del techo. sobre las cabeceras de las camas, unos pequeños focos que no funcionan.

entre las camas, y pegada a la ventana, una mesa se mantiene firme a la pared. está cubierta por un mantel blanco, arrugado y llenos de manchas amarillentas que debió de vivir tiempos mejores. tiene los bordes algo deshilachados, y da la impresión de que podría romperse con sólo hacer un pequeño esfuerzo con los dedos. debajo de la mesa, un viejo y abollado termo de agua vacío soportará malamente los traqueteos del tren refugiado en un aro metálico conectado a una base pesada mediante cuatro finas barras de hierro. tendrá una capacidad de unos cuatro litros, y creo que es al termo al que se refería valeria cuando me hablaba de que cada mañana reponían agua caliente. la tapa, que debía servir de vaso, ha sido usada como cenicero y tiene negras quemaduras de cigarros pasados. bajo las literas inferiores, unos cajones hacen de maleteros, y sobre las superiores, un pequeño compartimento a modo de desván. la ventana cuenta con una raida persiana de color gris que podrá usarse cuando pegue el sol de siberia, y la inferior de los cristales está cubierta por un fino visillo hace juego con el mantel. el hueco de suelo que queda entre las dos camas inferiores está cubierto por una gruesa alfombra del mismo azul de la tapicería de los catres y respaldos. es demasiado grande para el poco espacio, así que queda arrugada en los extremos, creando una especie de cordilleras que tiene aspecto de haber vivido muchos y crudos inviernos. en la parte interior de la puerta que da acceso al pasillo, un espejo




cuando el tren arranca, estoy solo en el compartimento, así que dejo mis cosas desparramadas por ahí. paso las primeras horas de viaje asomado a la ventana del pasillo, sacando la cabeza y notando el aire fresco en la cara. esto no se puede hacer en lo trenes modernos. otro ejemplo de que la modernización acaba por joder más cosas de las que soluciona. en el pasillo conozco a paul un tipo flaco y moreno, ecologista convencido, inglés de origen danés.

-oye, ¿a ti te han dado tickets de comida? -me pregunta en inglés.
-sí, me han dado uno para comer y otro para cenar.
-aquí dice que la comida se sirve de 12 a 13_30h, y son las 13_15h. ¿no piensas ir a comer?
-he perdido la noción del tiempo. la verdad es que no tengo ni idea de dónde está el restaurante. ¿quieres que vayamos juntos?
-claro. espera.

entra en el compartimento que está a mi lado y sale con una chica, su novia. se llama helen y es australiana, risueña, de bonita sonrisa. tiene cara de abuela y de no haber roto un plato en su vida. los tres nos dirigimos al último vagón, donde suponemos se encuentra el restaurante. no nos equivocamos. se trata e un pequeño vagón, con 8 mesas llenas de gente. dos camareros se afanan en servir la comida a la clientela, aunque la mayoría de ellos ya ha terminado y se encuentran tomando una copa de sobremesa. cuando llegamos no hay sitio para sentarse, pero una pareja se levanta al vernos.

-nostros ya hemos terminado -nos dicen.
-gracias.

la comida consiste en una ensalada de col y lechuga, un bol de arroz y un par de albondigones. paul y helen son vegetarianos, así que sustituyen la carne por un plato de huevo revuelto con tomate. comemos bien, es agradable estar allí. cada vez que lo pienso, me emociono. estoy cenando en el transiberiano. todo me parece especial allí, desde los manteles a las flores de plástico que adornan las mesas. tomamos una cerveza china y charlamos un buen rato. se nos une una pareja de irlandeses que come en la mesa de lado. lo cierto es que en el vagón no hay más que occidentales.




cuando terminamos, nos vamos al compartimento de helen y paul. ellos tambien están solos, así que podemos usarlo a nuestro antojo. me enseñan un juego de cartas que resulta ser el chinchón. ríen cuando les digo el nombre que usamos en españa y piensan, con razón, que parece un nombre chino. pasamos la tarde jugando, tomando cervezas y picoteando. yo no he subido nada de comida al tren, y sin embargo ellos tienen de todo un poco. antes de llegar a pekín estuvieron en el sur de asia: malasia, vietnam, laos... y tienen mucha fruta fresca de allí. ellos se dirigen a ulan bator, la capital de mongolia.




anochece. han pasado ya más de 12 horas desde que empezó el viaje y ni siquiera me he enterado. después de tantos días de estrés, subirme a este tren ha resultado una liberación. no tengo que preocuparme de buscar autobuses, trenes o ferries. no tengo la incertidumbre de donde pasaré la noche o si necesito un vistado para cruzar una frontera. subir al transiberiano es como tener unas vacaciones dentro de las vacaciones. me limito a disfrutar de cada momentom, al respirar la atmósfera del tren y a ver el paisaje discontinuo de túneles y montañas rocosas.

después de una parada de 25 minutos que hicimos a medio día, la siguiente es erlian, el último pueblo de china antes de la frontera con mongolia. nos han repartido los formularios de rigor, y cuando llegamos empezamos con los trámites. van subiendo a tren uno por uno los diferentes funcionarios, que nos van pidiendo los papeles y el pasaporte. uno de ellos no parece estar muy conforme con el mío. creo que piensa que el de la foto no soy yo, y no le culpo. tengo la barba muy poblada y el pelo se me ha rizado por la humedad y por lavármelo sólo con jabón sin acondicionador.

mientras esperamos que nos devuelvan los pasaporte, bajo del tren. en la estación hay un supermercado, así que aprovecho para hacer algunas compras. mucha fruta, yogur, pasta, café y algunas conservas. la chica de la caja hace las cuentas de cabeza. va cogiendo las cosas de mi cesta y poniéndolas en bolsas mientras murmura lo que supongo serán los precios y la suma total. ninguno de los productos que he comprado tiene el precio, así que he de suponer que los conoce todos de memoria. eso, o que me está engañando. cuando salgo del supermercado, el tren no está. por fortuna, antes de que se me salga el corazón por la boca, encuentro a un grupo de gente que también hace el viaje y les pregunto. me cuentan que el ancho de las vías cambia en mongolia, así que tienen que adaptar las ruedas del tren. tardarán un par de horas.




esperamos sentados en los bancos del andén, pero hace fresco. yo he bajado con manga corta y bañador, así que tengo que ponerme a andar para entrar en calor. me pongo un poco de música y me doy algunas carreritas hasta que el tren vuelve a recogernos. para entonces, el andén está lleno de gente que portan grandes maletas y cajas atadas con cuerdas. en un instante, el tren se encuentra abarrotado. no se puede andar por sus estrechos pasillos, así que dejo mis bolsas en el compartimento y vuelvo a bajar para dejar espacio a mis nuevos compañeros de compartimento. se trata de un chaval chino, adicto a su iphone y dos mochileras francesas. una vez de han instalado, subo y coloco mi compra en el arcón que hay debajo de mi catre. mientras lo hago creo que he comprado demasiado, aunque me justifico a mi mismo pensando que aún me quedan muchos días de viaje y sería bueno aprovecharlos para volver a ganar algo del peso que he perdido, o al menos recuperar las fuerzas al cien por cien para el tramo final del trayecto.




la siguiente parada es el primer pueblo de mongolia, así que volvemos a sufrir el papeleo. las francesas tienen problemas. al parecer les falta uno de los sellos de china, así que las hacen vestirse y bajar del tren a toda prisa. apenas tienen tiempo de ponerse unos pantalones, y tienen que salir con los zapatos en la mano. el policía mongol me mira una y otra vez, comparándome con la foto del pasaporte, y no se convence. tiene un ojo un poco trabajo, así que no puedo evitar empezar a reirme pensando en la situación. se ofusca y dice algo en mongol, pero nada puede evitar ya mi risa tonta. más me gustaría a mi. llama a uno de los compañeros que revisa pasaportes en otros compartimentos y se repite la historia. miran alternativamente mi foto y a mi, y niegan con la cabeza. tienen que pasar hasta cinco personas por la misma situación hasta que una policía se acerca mi tanto que podría contar los pelos que tengo en las cejas. me señala la nariz y dice algo. el resto, que presencia la escena, parece convencido. creo que me han reconocido por mi tabique nasal ligeramente torcido. la situación es realmente cómica, aunque el único que ríe soy yo. ni aún cuando se convencen de que el pasaporte es mío se permiten una mínima sonrisa, sencillamente me lo devuelven con gesto serio.

entretanto, las francesas han vuelto. me explican alividadas que, por fortuna, el problema se ha posido resolver con una llamada telefónica. con todo el lío nos han dado las dos de la mañana, y el sueño aparece de forma inevitable. antes de irme a la cama, hablo con el encargado de nuestro vagón para ver si puede conseguirme un enchufe donde cargar el portátil. a lo largo del tren hay enchufes, pero son de 48V, un voltaje insuficiente. antes, mientras iba camino del vagón restaurante, me he fijado que en los compartimentos de primera tienen enchufes de 220V, así que espero que el hombre pueda ayudarme. se muestra amable con el gesto, porque nos comunicamos con señas, y me abre una puerta que da acceso a un baño con enchufes. dejo el ordenador y quedamos en que lo recogeré por la mañana. ahora me voy directamente a mi catre, porque el sueño está a punto de vencerme al fin. ha sido día relajado, y creo que eso es justamente lo que necesitaba para que mi cerebro bajara de revoluciones y permitiera a mi cuerpo tomarse el descanso que se merece después de tantos días. me tumbo, y mientras las francesitas leen y el chino recibe mensajes en su iphone, yo me rindo al sueño.

¡gracias caye!

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sigo detrás del telón de acero (pensé que había caído, pero se ve que no), sin poder acceder correctamente a blogspot, así que seré breve: muchas gracias a mi pedazo de backup cayetano, que se está tomando la molestia de echarme una mano en estos momentos difíciles para mi :-P. ¡os aseguro que es un coñazo tener que subir todas esas fotos! espero que con los post que hay programados tenga tiempo suficiente para salir de aquí y llegar a algún sitio sin censura.

sea como sea, como compensación, queda públicamente invitado a un copita de rioja y una tapita de queso (o las que encarten).

¡GRACIAS TÍO!

miércoles, 29 de julio de 2009

un día en pekín

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día 21 de julio del año 2009 de vuestro señor

despierto, me ducho, me visto de hombre y bajo. son las séis de la mañana y me parece pronto para irme al centro de pekín a ejercer de turista. el restaurante del hostel está cerrado y lo estará hasta las ocho, asi que voy al seven eleven de la esquina y compro algunas cosas para desayunar. un sandwich vegetal, un café soluble, una botella de yogur líquido y algunas galletas. por el camino he encontrado un puesto de venta ambulante donde cocinan unas tortitas de harina y huevo a la que añaden una especie de mermelada de verduras. tienen una pinta estupenda y yo hambre.

-deme dos.

acaba de sacarlas de la plancha, asi que están calentitas. no puedo esperar lo 2 minutos de camino que me separan del hostel y les hinco el diente. están realmente sabrosas, aunque un segundo bocado y mi boca empieza a quedarse. tiene muchas especias. un tercer bocado y mi boca me arde, necesito agua. no puedo creer que los chinos puedan comer esto por la mañana, es aún peor que el burrito que desayuné en méxico allá por el siglo pasado. acabo con el primero y ataco al segundo. está demasiado rico como para andar quejándose de que pica. llego al hostel y me siento en el ordenador con la intención de terminar de desayunar mientras subo algunos post al blog. algo va mal, no consigo conectarme al escritorio de administración. de hecho no puedo acceder al blog, ni siquiera puedo accede a blogger. una investigación de 30 segundos me confirma lo que sospecho: en china están censurados los blogs. en pleno siglo xxi, este pueblo no puede conocer las opiniones que tiene la gente ahí fuera. al menos no oficialmente, porque con una segunda búsqueda en internet encuentro varias formas de saltarse esa restricción. pruebo algunas, pero me cuesta mucho manejarme con un teclado y un sistema operativo en chino. fracaso. lo dejaré para esta noche, ahora quiero ir al ver la ciudad prohibida y la gran muralla.




echo un vistazo al tablón de anuncios del hostel. a falta de una oficina de turismo (ayer no vi ninguna por más que estuve atento), suele ser una buena referencia de los sitios que hay que visitar. tienen mapas con algunos puntos destacados, un plano de metro y una lista de las correspondencias de las paradas con los sitios a visitar. les hago fotos y ya tengo todo lo necesario. me voy directo a la parada de la plaza de tian'anmen. está al lado de la ciudad prohibida. estos dos sitios son, junto a la gran muralla, los sitios que no puedo dejar de ver. tengo especial interés en estar en esa plaza, donde se produjo la que probablemente sea la mayor demostración de cojones que conozca: un tipo armado con una bolsa de plástico es capaz de detener a la fila de tanques que encabezan la brutal represión del ejército chino a las protestas estudiantiles. la historia ni siquiera conoce su nombre ni lo que fue de él, aunque lo segundo es fácil de imaginar.

salgo de la boca de metro y me encuentro en un calle ancha y llena de gente. es una calle comercial, llena de tiendas y turistas. mientras trato de orientarme con el mapa, escucho que alguien me habla en inglés.

-hola, de dónde eres -pregunta un muchacho de unos 15 años.
-hola. soy de españa -respondo.

el muchacho está acompañado de una niña que no tendrá más de 10 años. ambos hablan inglés correctamente y aprovecho para preguntarles sobre los sitios a los que creen que podría ir en un sólo día.

-¿cómo puedo ir a la muralla? -les pregunto.
-a la muralla es difícil. está a dos horas de aquí, y normalmente se va allí en viajes organizados. hay que apuntarse el día antes, porque salen temprano.
-vaya, no sabía nada. de todas formas, ayer no estaba yo para apuntarme a excursiones.
-si quieres puedes intentarlo. conozco un hotel que organiza excursiones. ven, acompáñame.

mi sentido arácnido me avisa de que estamos ante un posible peligro. no obstante, les sigo. son calles con mucha gente, así que por ahora no hay problema. seguimos hablando mientras avanzamos por calles cada vez más alejadas del centro. aún así, sigue habiendo gente, lo cual me da seguridad. llegamos a sitio, que no es más que un habitáculo que apesta a humedad y donde hay un mostrados con una china sentada detrás. hablan en chino. después de intercambiar algunas frases, el chico me confirma que es imposible apuntarse a una de las excursiones el mismo día. la única opción que me queda es ir por mi cuenta, pero eso supondría perder todo el día. tengo que elegir entre ir a la gran muralla china o quedarme en la ciudad y visitar la ciudad prohibida, la plaza de tankman y el resto de palacios, jardines, edificios y parques. es una putada, porque prometí a mi gran amigo sergio que le llevaría una piedra de la muralla. por lo demás, no tengo mayor interés que tener una foto. sin la promesa a mi amigo, la decisión sería bien sencilla: quiero ir a la plaza. lo pienso unos minutos y decido quedarme. bye bye great wall, me quedo en la city.




le doy las gracias al chava y le digo que me largo y no parece sentirle bien. trata de no aparentarlo, pero su gesto le ha delatado. habla con la niña en chino y trata de retenerme.

-ven con nosotros, te vamos a enseñar un cosa muy bonita. hoy es día festivo en pekín, y organizan fiestas en los colegios. ¿quieres venir a la fiesta de nuestro colegio? -pregunta algo nervioso.
-creo que no. me voy a la ciudad prohibida.
-ven con nosotros, está aquí al lado.

comienzan a andar y les sigo, sencillamente porque estamos desandando las calles que nos llevaron a la agencia que organizaba excursiones. al fin se paran delante de la entrada a una galería. dentro está tan oscuro que no se ve nada.

-es aquí -me dice el chico, que pensaba que había decidido acompañarles.
-lo siento, tengo prisa. he de irme.
-no te vayas. entra. ven con nosotros.
-no entraría ahí contigo ni harto de vino, chaval -pienso mientras le sonrío y me disculpo a base de inclinaciones de cabeza.

su gesto es de decepción. creo que está intentando engañar, pero realmente la apariencia no es esa. su cara inspira confianza y se ha mostrado muy educado en todo momento. la niña que le acompaña es una ricura. llego a dudar; quizas no quieran timarme. por un momento pienso que no tiene por qué ocurrir nada y casi me dejo llevar por mi espíritu aventurero. pero está oscuro ahí dentro. paso, me largo.

-xie xie. zai jian.

vuelvo a las calles anchas flanqueadas por enormes edificios y llenas de gente. durante el día de ayer, en la calle y sobre todo en el metro, no puede quitarme de encima la sensación de que la gente me miraba. ahora, mientras ando por estas calles llenas de turistas la sensación es aún mayor. de hecho, no se trata ya de una sensación, es un hecho que la gente se queda mirándome. no tienen el menor pudor en clavarme la mirada directamente. algunos incluso me escanean de arriba a abajo. al principio resulta realmente molesto que un tipo que se cruza contigo te mire fijamente de la cabeza a los pies como lo haría un niño de 2 años, pero después de un par de horas me acostumbro. estoy en un país con una cultura totalmente diferente. aquí, mirar a alguien fijamente no es un gesto de mala educación, no es un gesto de agresividad como puede ser en europa. es simplemente curiosidad de ver a un tipo blanco y barbudo que se pasea con una una mochila a la espalda. dedico no enfadarme y responder a esas miradas con una sonrisa y una reverencia. me pasaré el resto del día haciendo reverencias.

los alrededores de la ciudad prohibida están a tope. hace un día realmente caluroso y húmedo. el sol pega fuerte, aunque oculto detrás de un cielo blanquecino. avanzo hacia la entrada a la ciudad acompañado de cientos de turistas armados con sombrillas con las que tratan de protegerse del sol. las chinas cuidan mucho de que el sol no lastime sus amarilla piel. durante el día de ayer me fijé en que casi todas las chicas que se mueven en bici llevan unos guantes que les llegan hasta casi los hombros, para impedir que el sol queme sus brazos. algunas llevan una especie de viseras, similiares a las que se usan los soldadores, para proteger sus caras.




no esperaba que hubiera tanta gente, aunque quizás estuve un poco ingenuo. al fin y al cabo estoy en una de las ciudades más pobladas del mundo. tampoco esperaba que la gran mayoría de turistas fueran orientales. por supuesto, desconozco si son chinos, coreanos, japoneses, mongoles o vietnamitas. la acumulación de gente hace que me sienta como una estrella del rock. todo el mundo se queda mirándome, y yo les saludo al modo en que lo hacen los famosos. me piden hacerse fotos conmigo, a lo que accedo encantado. es divertido.




recorro la ciudad como un turista más. hay chinos por todos sitios. gente tiradas por el suelo tratando de recuperar fuerzas, decenas de excursiones, rebaños de personas que siguen la sombrilla del color de los pañuelos que llevan en el cuello. todo esto acaba con todo el encanto del lugar, que si bien es bonito, no me aporta gran cosa. el hecho de que sea festivo no ayuda. tampoco lo hacen los andamios que cubren algunas de las fachadas. apuesto que cualquier otro día habría menos masificación. no obstante, hago el recorrido completo, y trato de compensar a mi amigo sergio arrancando un trozo del muro que rodea la ciudad. lo envuelvo con mimo y lo guardo en un bolsillo. pasará ahí las próximas cuatro semanas. no puedo meterla en la mochila porque sería detectada en la primera máquina de rayos x por la que pasara, y podría levantar sospechas. no es que considere que estoy haciendo un expolio, pero estoy seguro de que a los chinos no les haría gracia saber que me llevo un trocito de su patrimonio.




mi siguiente punto de visita será el parque beihai, que se encuentra justo al lado de la ciudad prohibida. es media mañana, y empiezan a dolerme los pies, así que un paseo por el parque y sentarme en un banco a la sombra me vendrán bien. quizá una siesta de unos minutos. el lugar es ciertamente hermoso, lleno de verde, edificios típicos chinos, con riachuelos y estanques llenos de flores, escaleras en piedra y mucha gente. como todo en pekín, es enorme y no tardo en perderme. debí haber hecho una foto al plano que había al entrar, pero ya puestos, me dejo llevar y paseo sin llevar rumbo fijo. me siento aquí y allá, hago fotos, tomo algún video, cruzo algunas palabras con quien puede responderme en inglés. sigo siendo famoso, y poso con gusto ante mi legión de fans.




es hora de ir a la plaza de tian'anmen, aunque tardo casi una hora el encontrar la salida del parque. estoy cansado, y quiero ir antes de que el agotamiento me quite las ganas. como todos los alrededores, hay mucha gente, aunque ya va siendo tarde y eso favorece a que las excursiones estén terminando. la plaza es más grande de lo que pueda parecer a simple vista. si echando un vistazo parece enorme, basta caminar un rato para darse cuenta de que tiene unas dimensiones que harían aconsejable una nueva línea de metro sólo para poder recorrerla. lo cierto es que no tiene demasiado que ver, y me quedo con las sensaciones de imaginar la revuelta estudiantil. estoy seguro de que esa plaza tiene mucha más historia, pero mi interés se centra en la matanza.




aún me queda un ratito antes de que abran la ventanilla de la embajada mongol donde tengo que recoger mi pasaporte visado, así que decido coger un metro para ir al templo del cielo aunque apenas me siento los pies. quizá sea el hecho de que esté tan cansado el que hace que resulte realmente decepcionante. es necesario pagar la entrada a un recinto que recuerda más a un parque de atracciones que a unos monumentos de hace cinco siglos. además de la entrada inicial, cada una de las partes que componen el complejo tiene su propia taquilla donde hay que retratarse. el precio es lo de menos (ninguna de las entradas supera el par de euros), sobre todo para un europeo, pero me siento engañado y no me gusta. no me gusta el ambiente de tiendas de souvenirs, vendedores ambulantes de paipays y sombreros chinos. no me gusta la sobreexplotación del lugar, que a pesar de no conocer, supongo mucho más bonito e interesante de lo que se muestra en estas circunscias. creo que es hora de volver, recoger mi pasaporte y pasar el resto de la tarde en el hostel preparando algunas cosas para el viaje, escribieno un rato o sencillamente tomando una cerveza y algo para picar. ya está bien de hacer turismo, que cansa.




llego a la embajada de mongolia andando. estoy empapado en sudor pegajoso y el cielo sigue blanco. tengo la impresión de estar dentro de una de esas bolas de cristal en las que nieva si las agitas, aunque el vez de nieve, lo que cae en la bola de pekín es bochorno y humedad. por una vez, no hay ningún problema con el pasaporte, y ya lo tengo de nuevo en mi pecho. aprovechando que está cerca, voy al CITS para preguntar cuándo llega el tren a moscú. me informan que el lunes a medio día.

llego al fin al hostel, donde me doy cuenta que he perdido la tarjeta de la habitación. veamos, tengo en el bolsillo una tarjeta de metro, lo cual debería ser imposible. al salir es necesario meter la tarjeta en la máquina que se encarga de abrir el torno. si no devuelves la tarjeta, no se abre el torno y por tanto no puedes salir. tener la tarjeta del metro en el bolsillo no puede significar otra cosa que que he metido la tarjeta de la habitación en la máquina del torno de salida. lo mejor de todo es que ha funcionado. estupendo, seguro que esta gente me multa por eso. 30 yuanes, nada menos. el metro vale 2. no voy a preocuparme por haber perdido 3 euros, así que me voy al bar, me quito las chanclas y me pido una cerveza fresquita. enchufo el ordenador y, aunque tengo decidido ponerme a escribir, decido hacer unas llamadas con skype. me animo y paso a las videoconferencias. mi amigo javi, a quien veo cabeza abajo por algún problema con la configuración, me alegra la tarde. los saludos de sus peques también. como guinda, media hora de charla con los amigos del trabajo. están todos, y hacen que olvide que estoy cansado, que no siento los pies, que me muero de sueño y que aún me quedan por delante 4 semanas de viaje, incluyen la zona árabe y el norte de áfrica, probablemente la parte más difícil de la aventura. he perdido las ganas de escribir y tampoco me apetece hablar con nadie para no quitarme el buen sabor de boca de las videoconferencias, así que me siento en el sofá del restaurante a ver pasar a la gente y escuchar música. se está bien y dejo pasar algunas horas.



son más de las once de la noche, y creo que es buen momento para subir a preparar la mochila. saldré temprano, y no quiero molestar a mis compañeros de habitación recogiendo mis cosas por la mañana. en unos minutos lo tengo todo empaquetado, incluyendo la ropa que acabo de recoger de la lavandería. no tengo sueño, así que vuelvo a bajar para buscar información sobre los trenes de moscú a kiev. me alegra ver que existe una buena comunicación y que salen trenes a todas horas, incluyendo uno a media noche que llega a kiev por la mañana temprano. quizás tome ese, aunque por si acaso reservo una noche de hostel. creo que puede merecer la pena pasar un día entero en moscú. de todas formas, si al final decido irme el mismo día, no pierdo gran cosa. la reserva se hace pagando menos de un euro. por otro lado, tener una dirección donde pasar la noche puede ayudarme en la aduana. creo que estoy listo para irme a la cama. mañana será un bonito día. si todo va bien, me subiré al mítico transiberiano y disfrutaré de un bonito viaje de séis días por la estepa siberiana. una ducha, y a la cama.

llegada a pekín

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día 20 de julio del año 2009 de vuestro señor

a las cuatro de la mañana ya estoy despierto, y aprovecho que todo el mundo duerme para ponerme a escribir un rato. no hay mucho sitio y la postura es incómoda, así que no tardo en aburrirme y volver a tenerme a oir música. está lloviendo a mares, y el autobús se mueve despacio.

llegamos a pekín media hora antes de lo previsto, y casi es de noche. la estación aún está cerrada, aunque hay mucha gente esperando en las puertas. al bajar del autobús sufro el acoso de gente que me ofrece todo tipo de medios de transporte. estoy acostumbrado a ellos, pero estos son realmente insistentes. recojo mi mochila y me dirijo a la puerta. allí conozco a karen. lleva una mochila enorme sobre su espalda y tiene los hombros y brazos visiblemente quemados por el sol. es curioso que cuando te encuentras fuera de casa, en un país tan lejano y diferente como china, te alegres de ver a cualquier persona con rasgos occidentales. si además lleva una mochila en la espalda, es casi como encontrarse a un viejo amigo.

karen trabaja dando clases en una universidad de seúl. lleva allí dos años, y hasta hoy no había estado en pekín. va a pasar un par de semanas de vacaciones en la ciudad.

-hablo coreano, pero nada de chino, estoy igual que tú -responde a mi pregunta.
-en españa, cuando no se entiende algo se dice que suena a chino, así que te puedes hacer una idea.

la estación abre sus puertas a las séis en punto de la mañana, y en unos minutos está llena de gente y de vida. es una pequeña estación al sur de la ciudad. está en un pésimo estado de conservación. los baños están encharcados y el hedor nos llega desde que han abierto las puertas. necesito asearme un poco, pero no estoy seguro de que sea buena idea. me conformo con lavarme las manos y la cara. está todo tan empapado que no tengo donde apoyar las cosas, así que paso. además, la humedad es terrible. tengo el pelo completamente mojado y la ropa pegada al cuerpo. la mochila está empapada, y las gotas de sudor que resbalan por mi frente acaban cayendo al suelo. karen ha entrado al baño con unas preciosas gafas cuadradas de pasta azul y vuelve con unas insípidas lentillas.




inesperadamente, tienen wifi, así que tanto karen como yo revisamos el correo mientras decidimos qué vamos a hacer. nuestro objetivo común es llegar a una estación de metro, y a partir de ahí, ella buscará la estación central de autobuses y lo ha estación de tren. la chica de información nos ha dicho que no queda lejos, así que nos ponemos en marcha. andamos despacio, porque tanto ella como yo llevamos mucho peso encima, y el calor nos está absorviendo las fuerzas. las calles están muy activas. cientos de coches y bicicletas pasan arriba y abajo, y a nadie parece afectarle el calor.




necesitamos casi una hora para llegar a la estación de metro, que se encuentra llena de gente. mi parada, la estación de tren, pertenece a esa misma línea, así que sólo tengo que bajarme unos minutos después de haber subido. me despido de karen deseándole un buen viaje, y me voy directamente al mostrador de información.




lo atiende una señora mayor, así que me temo que no sabrá inglés, y no me equivoco. aún así trato de que me diga con quién puedo hablar, pero sin éxito. una señora, dee aproximadamente la misma edad pero que habla algo de inglés, trata de ayudarme. me cuesta entenderla porque habla demasiado rápido. le pido que me repita más lentamente, pero lo hace exactamente a la misma velocidad. me dice algo de un hotel, de una tienda. lo que sí le entiendo es que en esa estación no venden el billete que yo busco, que no es otro que el transiberiano hasta moscú.



-los billetes internacionales los venden en el CTIS -me dice-. puedes encontrar una oficina en el hotel beijing international. necesitarás el visado de mongolia. la embajada no está lejos del hotel, puedes ir andando.

ya tengo algo por donde empezar. en primer lugar me gustaría ir a la embajada para saber cuándo pueden tener listo mi visado, y posteriormente comprar el billete de tren. sea como sea, es demasiado temprano para ambas cosas, así que me centro en buscar el hotel. el mejor sitio que se me ocurre para preguntar es otro hotel, lo que me asegura encontrar a alguien que hable inglés.

-hola. estoy buscando una oficina del CTIS. me han dicho que había una en este hotel -le digo con picardía.
-no, aquí no es. es el hotel beijing international. está aquí ¿ves? -me responde señalando un mapa que ha sacado de un cajón. sólo tiene que ir por esa calle, cruzar la avenida principal (es un subterráneo) y ya estás. pregunta allí.
-gracias. ¿puedo llevarme el mapa?
-claro, no hay problema. bienvenido a pekín.

a pesar de que en el mapa parece cerca, tardo casi media hora. son solo un par de manzanas, pero los edificios en pekín son espectacularmente grandes. todo es enorme en este país. las calles son anchísimas y se tumban durante kilómetros. la calle principal tiene 6 carriles en cada sentido. está flanqueada por docenas de rascacielos que copiten en espectacularidad. empiezo a hacer algunas fotos, pero pienso que si tuviera que hacer una foto por cada rascacielos que tengo delante, iba a necesitar un disco duro sólo para pekín.

en el hotel me informan de que faltan casi dos horas para que abran la oficina del CTIS, y que la embajada de mongolia abre aún más tarde. es un hotel de lujo, donde chinos trajeados y con ridículos sombreros, me abren la puerta para que pase. decido irme a la primera planta de la recepción y esperar allí. se está fresco, cómodo y tienen wifi. me conecto para tratar de trazar el camino hasta la embajada y situar el hostel que tengo reservado. tengo el mapa que me dio la chica del hotel, el google maps, direcciones y números de teléfono, pero me cuesta mucho orientarme. que los nombres de los lugares estén en chino no ayuda, desde luego. después de un buen rato, tengo los puntos localizados y las rutas dibujadas. los puntos más importantes están relativamente cerca: estación de tren, oficina del CITS, embajada de mongolia y hostel. la oficina está a punto de abrir, así que espero mientras termino de asearme. esto es otro cosa, estoy en los baños de un hotel de cinco estrellas.




comprar el billete para moscú es simple. lo venden directamente allí. no necesito reserva. sólo soltar la pasta (en metálico, eso sí) y elegir el día. salen trenes los miércoles y los sábados. hoy el lunes, así que el miércoles está bien. sale a las 7.45 de la mañana. perfecto. tengo dos días por delante para disfrutar de pekín antes de tomar el tren. durante semanas he buscado información en internet acerca del billete del transiberiano. todo ese tiempo y esas búsquedas no han servido de nada, porque ni siquiera llegué a descubrir cuánto iba a costarme. la mayoría de las cosas que encontré eran agencias intermediarias que subían los precios hasta casi doblarlos (en algunos casos hasta triplicarlos por incorporar noches de hotel y otras actividades). como tantas otras veces, la excesiva preparación no da más que dolores de cabeza. lo más sencillo ha sido irse directamente a una oficina de ventas y preguntar. ya tengo el trayecto, los lugares y horarios de las diferenes paradas, el precio y, en definitiva, todo lo que necesito. decido no comprar el billete hasta asegurarme de que voy a tener el visado a tiempo, así que el siguiente punto es la embajada de mongolia.

está a media hora del hotel, y ha resultado realmente fácil encontrarla. todas las embajadas se encuentran en la misma zona. es una especie de barro residencial decorado con alambres de espino. una pequeña cola me indica desde lejos el sitio al que tengo que ir. el trámite es sencillo: no hay más que rellenar un formulario, entregar una foto y en pasaporte. en el mismo momento deciden si te conceden el visado. si es así, te dan una carta de pago con la que hay que ir al banco e ingresar el dinero correspondiente. en mi caso, al ser de urgencia, son unos 350 yuans. mi visado estará listo para mañana martes a partir de las 4 de la tarde. perfecto. el banco donde hay que hacer el ingreso también está cerca, así que en media hora más ya tengo resultos todos los trámites y no me queda más que esperar. he aprovechado para sacar el dinero del billete de tren y me dirijo a la oficna de CITS.

-deme el billete más barato que tenga para ir a moscú pasado mañana -le pido al chico.
-¿prefiere la litera superior o inferior?
-inferior.

tengo mi resguardo del banco, mi billete de tren y todo el cansancio del mundo. quiero irme al hostel a regalarme un par de horas en la cama, en el bar o donde sea, pero quiero descansar. la caminata hasta allí se alarga más de lo previsto. el mapa vuelve a engañarme y multiplica por cinco mi previsiones. tardo más de dos horas en llegar y dos horas con dos mochilas a cuesta, un día caluroso y húmero de pekín, es muy duro. me arden los pies a pesar de llevar chanclas. a pesar de todo no puedo dejar de admirar los edificios que me voy encontrando. cada uno es mejor que el anterior y cada cinco minutos me paro a hacer algunas fotos. al fin llego a la recepción de hostel.




por una vez tengo cerrada mi reserva, e incluso he adelantado algo de dinero para que no haya dudas. no quiero ni una sorpresa, sólo quiero sentarme un rato y, por qué no, tomarme una cerveza helada. el sitio me gusta, tiene una cafetería muy bien decorada y provista de varios sofas que están pidiento que me siente en ellos. casi es la una del medio día, así que el sitio está lleno de gente comiendo.




-hola, tengo una reserva a nombre de pedro. creo que son dos noches -le digo a la recepcionista mientras me desembarazo de las mochilas y respiro tranquilo.
-déjeme ver. sí, aquí le tengo. para hoy y mañana ¿verdad?
-exacto.
-me deja su pasaporte, por favor.

el corazón me da un vuelco.

-no lo llevo encima. acabo de dejarlo en la embajada de mongolia. puedo darle el documento de identificación de mi país -le cuento, aunque por la expresión de su cara sé que no sirve de nada.
-lo siento señor, necesito el pasaporte.
-pues no lo tengo.
-sin el pasaporte no puedo admitirle.

la mañana había ido demasiado bien. la cosa se empieza a complicar.

-¿qué alternativas tenemos? -le pregunto con poca esperanza.
-bueno, me valdría una fotocopia. ¿tiene una copia?
-no tengo fotocopia, pero tengo el documento escaneado en el ordenador. te lo puedo dejar y lo imprimes ¿te parece?
-aquí no tengo impresora.
-¿algún sitio donde pueda imprimirlo?
-aquí cerca hay un cyber. sólo tienes que bajar la calle y girar a la derecha en el primer cruce.
-estupendo. ahora vuelvo entonces.

por un momento me he visto buscando hostel, pero parece que todo se arregla. doy gracias al cielo por la idea de escanear los documentos. una hora después, esto de vuelta en la recepción (en concepto "cerca" es muy relativo, y en pekín es ciertamente diferente).

-aquí tienes -le digo mientras me dejo caer en el taburete sin poder tenerme en pie.
-veamos. necesito otra hoja. aquí tengo la hoja con sus datos y la hoja del visado. necesito la hoja con el sello de entrada al país.
-¿cómo dice?
-el visado es válido durante 30 días a partir de la fecha de entrada. necesito conocer la fecha de entrada para ver si está dentro del plazo.
-llegué ayer.
-estoy segura de eso, pero necesito la fotocopia de esa página.
-no la tengo. los documentos los escaneé mientras estaba en españa. por entonces, obviamente, no tenía el sello de entrada a china.
-sin ese documento no puedo dejar que se aloje.

estoy tan cansado que no tengo fuerzas ni para enfadarme, aunque me gustaría hacerlo. barajo las diferentes opciones, pero no puedo pensar con tranquilidad. necesito una hora de descanso que no puedo concederme. lo haré cuando encuentre alojamiento.

-no tendré el pasaporte hasta mañana por la tarde, así que necesito un sitio donde alojarme esta noche. mañana me quedaré aquí. espero no perder el dinero de la reserva.
-no se preocupe por eso, le respetaremos el dinero de la reserva. respecto a lo de pasar la noche en otro sitio, aquí cerca hay otro hostel, pero no creo que le dejen alojarse sin el pasaporte.
-no me queda más remedio que intentarlo -le respondo, ahora sí, con cierto enfado. ¿dónde queda?
-está aquí cerca.
-ya.

otra media hora de caminata al sol y estoy en el hostel. ni siquiera quieren hablar conmigo cuando les digo que no tengo pasaporte. ni embajada de mongolia ni leches, lárgate de aquí, indocumentado. vuelvo a mi hostel, donde tengo he dejado las mochilas. ya son las cuatro de la tarde. ni siquiera he desayunado y apenas me he hidratado.

-¿en serio no hay ningún sitio donde pueda alojarme sin el sello de entrada?
-me temo que no va a encontrar ninguno.
-eso significa que voy a tener que dormir en la calle esta noche.

la chica me mira sin responder.

-no podría quedarme aquí, ¿en la recepción? está abierta 24 horas ¿no?
-durante el día puede quedarse todo el tiempo que quiera, pero durante la noche no.
-¡dónde puedo ir! -respondo subiendo el tono sin querer.
-aquí cerca hay un macdonald's que abre 24 horas. quizá pueda quedarse allí.

estoy tan agotado que pasar una noche en el macdonald's me parece una idea estupenda. me la quedo. voy a inspeccionar el terreno, y de nuevo el "aquí cerca" se convierte en una caminata de 30 minutos de ida y 30 de vuelta. ahora sí es el momento de sentarme un rato a descansar. según mi plan, a estas horas debería estar listo para salir a dar una vuelta por pekín, después de haber dormido un par de horas, comido y dado una buena ducha, pero estoy sudando como nunca antes lo he hecho, sin haber probado bocado y exhausto. me siento en uno de los sofás del bar y me pido una cerveza china. antes de que el camarero me la traiga ya estoy dormido.

me despierto al cabo de unos minutos con una idea en la cabeza. ha bastado que me relaje unos instantes para que mi cerebro recargara las pilas y volviera a funcionar haciendo otra cosa que no fuera ordenar moverse a mis pies. llamo a la embajada de mongolia usando el skype. la navaja de occam.

-hola. verá, tengo un problema y necesito que me presten mi visado durante un par de horas.

le explico con detalle mi problema a tres tipos diferentes con la sospecha de que los dos primeros no entendieron ni una palabra. el tercero es el jefe de visados, y me dice que no puede dejarme el pasaporte. si lo quiero, puedo recogerlo, pero entonces no tendré el visado mañana. me dejo derrotar por esa frase y me quedo callado. había puesto todas mis esperanzas en esa idea que tuve dormido, pero no voy a poder ponerla en práctica.

-podemos hacer una cosa. dile a la chica de la recepción que puede llamarme y le confirmo que tengo tu pasaporte y que el sello indica que entraste en china ayer. quizá con eso y una fotopia sea suficiente.
-¿puede hacerme una fotocopia? -le pregunto ignorando la opción de que miss recta se salte el procedimiento para hacer la llamada.
-sí, por eso no hay problema. puedes pasarte a recogerla cuando quieras. estamos hasta las 6.
-estupendo, estaré allí en 20 minutos.

no me queda otra. eso de poder recogerlo cuando quieras suena a broma, porque falta media hora para las 6. hablo con la chica de la recepción para que me confirme que le basta con la fotopia de la página del sello. tengo luz verde. sólo tengo que llegar a la embajada en 25 minutos y estaré salvado.

llego en 20 minutos, pero a costa de llegar al límite de mis fuerzas y de destrozarme los dedos de los pies con las chanclas. un hombre con una barriga desproporcionada me abre la puerta y me reconoce enseguida.

-tú eres el español ¿verdad?
-si
-aquí tienes tus copias.
-necesito otra más, la de la página del sello de entrada.
-vaya, pues tendrás que esperarte. la chica que hace las fotocopias ha salido. volverá en media hora. siéntate, pareces cansado.




la media hora se duplica, pero una hora después tengo mi fotocopia. lo logré. por supuesto, dedico anular el paseo por pekín esa tarde. he determinado darme un homenaje, así que me dirijo directamente a un pizza hut que he visto en una de mis caminatas. me pido una pizza de piña, cebolla, pollo y salsa barbacoa de tamaño grande, suficiente para séis personas. quiero la masa está cuyo borde está relleno de salchichas y queso. otra media hora esperando, pero con sólo olerla llegar sé que ha merecido la pena. la he pedido para llevar, porque quiero hacer el checkin cuando antes, porque la sombra de la duda todavía circula por mi cabeza. me encamino al hostel. sólo 45 minutos me separan de una enorme pizza y un glorioso descanso, aunque no pasan más de dos antes de que vuelvan a cambiar mis planes. en la puerta del restaurante, espera un viejo vagabundo. la cara de desesperación con la que me pide un trozo de pizza hace que no pueda hacer otra cosa más que entregarle la bolsa. la recibe con júbilo y palabras de agradecimiento. me imagino que sus últimos sabe-dios-cuántos años han sido una especie de repetición de un mal, uno detrás de otro y cada uno peor que el anterior. en mi agotamiento mental y físico me imagino cómo sería tener que vivir ese día una y otra vez y siento un escalofrío que me pone la piel de gallina.




antes de darle la bolsa, no obstante, me quedo con un trozo. una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. no pienso quedarme sin darle un bocado a esa pizza. me doy la vuelta despidiéndome del viejo, y antes de que pueda pensar siquiera en llevarme la pizza a la boca, tengo un niño sin camiseta delante mía. tendrá unos cinco años, cada vez que he pasado me ha pedido dinero. señala mi pizza. le ofrezco dinero, pero no quiere aceptarlo. no quiere dinero, lo que quiere es comer. ese gesto tan sincero, tan animal no admite respuesta, así que le doy el trozo. antes de hacerlo pienso en darle un bocado al pico de la porción, pero me parece una falta de educación y respeto.

libre ya de tentaciones, de mochilas y preocupaciones, vuelo hacia el hostel. pienso en tomar el metro, pero no me atrevo. en tokio, la policía me paró hasta tres veces en el metro. si me paran aquí y no tengo pasaporte (probablemente no podría explicarles mi motivos), tendré serios problemas. es curioso la forma en la que un problema puede afectarte o no dependienco de lo consciente que eres de él. llevo toda la mañana paseando sin pasaporte y no me ha supuesto la más mínima preocupación, pero ahora no soy capaz de entrar en el metro sin él. finalmente llego al hostel. allí consigo ser aceptado de una vez, y subo a mi habitación. tengo la marca de las chanclas tatuada en la planta de los pies. ya que voy a pasar dos noches en el mismo lugar, puedo darme el lujo de desempaquetar la mochila y airearla un poco, pero ahora no es el momento, lo único que quiero es tumbarme en la cama y dormir unas horas, así que meto la mochila en la taquilla y me desnudo. tengo los pantalones llenos de cosas: la cámara de fotos, la de vídeo, el dinero, el mp3, así que la guardo toda en la taquilla. me quito el reloj, lo colgantes, todo lo accesorios. todo a la taquilla. me quedo semidesnudo, vestido sólo con los boxer y me meto en la cama. no tengo ni un segundo de relax cuando caigo en la cuenta de que la llave que abre el candado con el que está bloqueada la taquilla está dentro, junto a mis pantalones, mi mochila y el reto de mis cosas.




en la habitació solo hay una chica china con la que apenas he intercambiado el saludo. no sabe inglés, así que ni he intentado comunicarme con ella. trato de olvidar el asunto de la llave y dejarlo para más tarde, pero es imposible. al cabo de un buen rato, alguien más entra el la habitación es una chica alta y muy muy delgada. viste vaqueros desgastados y camiseta. es muy atractiva, y salta a la vista que lo sabe. sólo necesito cinco segundos para catalogarla como pija creída.

-hola. ¿de dónde eres? -me pregunta-. yo soy de américa.
-¿de qué país? -le responde un poco borde, sabiendo perfectamente que se refiere a estados unidos.
-de estados unidos -me responde sin haber captado la bordería.
-necesito tu ayuda -le pido-. tengo todas mis cosas en esa taquilla, y la llave del candado está dentro.
-¿y cómo puedo ayudarte? -se adelanta.
-¿puedes bajar a recepción a avisarles? yo no tengo ropa que ponerme.
-¡estas desnudo! -dice mientras se ríe-. ¡qué guay!

definitivamente es una pija creída.

-¿lo harás?
-claro, no te preocupes.

baja y vuelve a subir al cabo de unos instantes. me cuenta que la gente de la recepción está muy ocupada y no han podido atenderla, pero que irá más tarde. se ha tomado la molestia de decidir que no tengo prisa, que no voy a ir a ningún sitio. se cambia de ropa allí mismo, poniéndose un bonito y corto vestido que ha recogido del suelo y se larga. ha venido a recogerla un tipo enorme, con un traje implecable, un peinado implecable, maneras de galán de película y que habla chino. ha intercambiado algunas palabras con nuestra compañera china y se han largado. yo no existo, estoy desnudo en la cama. las horas siguen pasando, y yo no consigo pegar ojo. quiero resolver el asunto, por mi cuenta, no creo que sea buena idea dejarlo en manos de barbie y ken. dedico bajar a la recepción. son las 4 de la mañana y la china ya se ha despertado y está leyendo en la cama. tengo dos opciones: bajar en calzoncillos o buscar algo que ponerme entre las ropas de la pija, que inundan el suelo. en circunstancias normales, en españa, no me hubiera importado bajar en calzoncillos, nadie se hubier escandalizado más de la cuenta, pero estamos en china. no conozco esta cultura y no quiero arriesgarme, así que prefiero vestirme con ropa de mujer. prefiero que me tomen por un excéntrico o un maricón antes que por un pervertido o algo así. las mentes chinas son un misterio.

lo mejor que encuentro son los vaqueros que vestía la pija hace un rato y una camiseta de tiras. el pantalón no me abrocha, pero al menos me ha entrado el culo. la camiseta es estrecha, pero mi pecho también lo es. hace semanas que perdí la poca masa muscular que había acumulado después de 6 meses de gimnasio. mi aspecto debe de ser patético, así que prefiero no mirarme al espejo. me lo pienso una vez más antes de bajar, pero no tengo opciones. además, tampoco es para tanto. a la hora que es no habrá nadie abajo, aparte del recepcionista. abro la puerta y me lanzo por el pasillo desierto. llego al mostrador y me encuentro a michael, el recepcionista que tiene el turno de noche ese día. me alegro de que sea un chico, porque asi tengo más posibilidades que sepa manejarse con herramientas. discute con tres chicas, de aspecto indio. hablan en chino, así que no me entero de nada, pero el problema parece ser económico. los cuatro me ignoran completamente, y en principio me alegro de ello, aunque después de 10 minutos empiezo a impacientarme. tengo ganas de callarles y decirles que tengo un problema urgente, que yo pago lo que sea, pero que dejen de discutir. pasa otro rato y finalmente las indias se largan.

-¿puedo ayudarte?
-sí. necesito que me abras la taquilla. he dejado las llaves del candado dentro.
-el candado es nuestro o tuyo.
-mío.
-tendré que romperlo.
-no hay problema. ¿puedes hacerlo ahora?
-¿hay alguien más en la habitación?
-sí, una chica, pero está despierta.
-vamos.

sube armado con un destornillador, y me pregunto si será suficiente. el candado es uno de los que compré para usar en los bolsillos de la mochila, así que no es gran cosa. mediante un habilidoso gesto de palanca, el candado está roto.

-muchas gracias, te debo la vida.
-no hay de qué.

son más de las cuatro de la mañana cuando finalmente doy el día por terminado. todo está bien ahora, todo ha salido bien después de todo, aunque he tardado un poco más de la cuenta. no me importa. aún tengo una hora antes de que amanezca, y ni la luz que usa la china para leer ni todas las luces del mundo podrán evitar que la pase durmiendo. pero antes voy a quitarme la ropa de chica que llevo puesta.