lunes, 6 de julio de 2009

capurganá

el embarcadero de capurganá no difiere mucho de los de tubualá o puerto obaldía. saltamos de la barca a la plataforma de maderas y recogemos nuestras bolsas. manuel, el flaco y mellado capitán se despide de nosotros mientras da la vuelta con su panga. a partir de ahora debemos sellar nuestros pasaportes y encontrar a alguien que quiera llevarnos a turbo, en la costa colombiana. alguien dice que la última barca con destino turbo ha salido ya, y que hasta mañana a primera hora no se podrá hacer nada. si se confirma, truncaría todos los planes que tenemos en conjunto valeria y yo. nos retrasaría casi un día, y a estas alturas yo no puedo permitírmelo si quiero estar el día 7 de julio en montevideo para subirme a mi avión. según nuestro planes, debemos llegar a turbo esa misma noche y allí tomar el autobúss a medellín, para estar en la ciudad colombiana a las 6 de la mañana. si no podemos llegar a turbo, a las 6 de la mañana estaremos aún en capurganá.


sea como sea, debemos pasar el trámite de la aduana, así que nos dirigimos a las oficinas del DAS. seguimos a un muchacho muy moreno, atlético, brazos depilados, enormes gafas de sol y gorra blanca calada. alguien le ha pedido que nos guíe hasta las oficinas, y lo hace con paso calmo. viste bien, y no tiene el aspecto de ser alguien que al final del camino vaya a pedirnos una propina. me pregunto quién es mientras me acerco a hablar con él.

-hola, me llamo pedro -me presento.
-yo soy fausto, para servirle -me responde con voz profunda y palabras separadas y arrastradas.
-¿eres de aquí?
-no, pero vengo todos los años por vacaciones.
-¿ahora es verano aquí verdad?
-aquí siempre es verano, nunca es invierno -me responde algo ausente.


en capurganá nunca es invierno. mientras hablamos vamos andando por una estrecha calle empedrada. a un lado, el mar se pega con la tierra en pequeñas playitas de chinos. el agua es de color esmeralda y pueden distinguirse las algas del fondo. al otro lado de la calle, pequeñas y silenciosas casas blancas de marcos azules. la calle está desierta y sólo se oye la voz hipnótica de fausto hablándonos del lugar. el calor húmedo sigue abrazado a nuestras espaldas, avanzamos arrastrando los pies. nadie se queja.

cuando llegamos a la oficiina de inmigración nos encontramos con que está cerrada. un burro espera en la puerta. son algo más de las dos de la tarde y yo temo que ya no abran hasta el día siguiente, pero es algo que cada vez me preocupa menos. uruguay queda lejos y tengo poco tiempo, sí, pero el lugar tiene algo que hace que los problemas con las prisas parezcan evaporarse al sol caribeño. mientras sigo admirando el paisaje de playas donde nadan niños, selva a lo lejos, en la montaña, sol, gentes y casas claras. raúl ha llamado por teléfono al funcionario que debe encargarse de nuestros papeles. según nos cuenta, le ha dicho que viene de camino, que a qué tanta prisa, que la oficina no abre hasta las dos.

-es que hace ya un buen rato que dieron las dos -se queja raúl, que no se deja seducir por el espíritu de capurganá.


nos anuncia que tardará unos quince minutos. automáticamente multiplico por dos esa cifra; creo que el resto han hecho lo mismo, excepto valeria, que como suiza jamás será capaz de alcanzar a comprender el sentido del tiempo que tienen en el caribe. decido que esperaré dándome un baño, y animo al resto a hacer lo mismo. nadie se atreve, pero yo estoy dispuesto de todas formas. empiezo a desnudarme, pero antes pregunto si alguien se va a sentir ofendido si me quito los pantalones. mi pregunta lo único que hace es provocar risas que interpreto como un permiso para hacerlo. me desnudo por completo y me meto en el agua sin pensarlo. el fondo está lleno de piedras resbaladizas, así que tengo que nadar por más que la profundidad no llegue ni a medio metro. el agua está tan caliente como la atmósfera que lo envuelve todo. durante un rato sigo chapoteando hasta perder la noción del tiempo. me siento en un anuncio de piña colada. alguien me despierta del sueño avisándome de que ya llegó el comisionado de la aduana. le veo llegar señalándo hacia donde yo estoy y refunfuñando. más tarde, alguien me diría las palabras exactas que pronunció y que yo no alcancé a entender desde mi posición:

-como al encuerao ese se le ocurra entrar así a mi oficina, le meto en el calabozo.

por fortuna, tuve la ocurrencia de vestirme antes de presentarme ante él. tengo tiempo de sobra, porque somos 6 visados y cada uno requiere su tiempo. mientras espero, ya vestido, fausto me sigue contando las maravillas de capurganá.

-yo aquí hago un poco de todo, pero sobre todo lo que hago es olvidarme de todo. aquí el tiempo no tiene sentido. todos los días son iguales, y no se distingue entre lunes y dominngo, ni agosto y diciembre. entrar aquí es como bajarte del mundo. unos días me voy con la bicicleta, otros hago frisbee, otros nado, agarro un kayak, hago submarinisto, me voy a la montaña a caminar, o me siento a ver cómo amanece y cómo atardece.

capurganá no es un sitio virgen, pero es lo suficientemente desconocido como para que no tengas la sensación de estar haciendo turismo. en el tiempo en que estuvimos no nos cruzamos con ningún turista. de haberlos, están tan integrados con los nativos que yo fui incapaz de distinguirlos.

-¿hay muchos turistas?
-no hay muchos, pero sí viene a veces gente de todo el mundo, sobre todo de australia y estados unidos. también vienen españoles, pero no demasiados.

el camino de regreso al embarcadero lo hacemos por otro camino.

-os voy a llevar por otro camino que da a parar al mismo sitio -nos dice fausto.

capurganá no tiene más que unas pocas calles en las que sería imposible perderse. fausto nos lleva por la "calle comercial". es la calle principal de la villa, y tiene un par de bares, unas cuantas tiendas de llamativos escaparrates y una iglesia rosa. la calle está semidesierta, aunque un par de carretas tirados por burros se cruzan saludándose en silencio.

-aquí no hay motocicletas ni coches ni nada de motor. es todo natural -nos explica fausto.

cuando llegamos al embarcadero, alguien nos dice que van a flotar una panga para nosotros. nos costará un poco más, pero todos estamos de acuerdo en que queremos salir ese día. "malditas prisas", pienso.

-gracias a dios. desde que murió mi hermana he estado pidiendo a dios que este viaje saliera bien para que me diera tiempo de llegar a su entierro, y al final parece que voy a poder. gracias a dios -solloza petra entre lágrimas.

mientras lo preparan todo, fausto nos invita a sentarnos en un restaurante que está justo al lado (todo está justo al lado en capurgarán) y a probar la sopa de pescado con leche de coco. nos sentamos fausto, valeria y yo y la disfrutamos al cobijo de una sombrilla, mientras oíos el mar, las cigarras y la voz baja de revoluciones de fausto que sigue contando maravillas del lugar.


-me quedaría aquí a vivir para siempre. dejaría mi trabajo y me dedicaría a vender libros. ¿conoces a alguien que viniera de vacaciones y se quedara para siempre? -pregunto a fausto.
-sí, un francés que anda por ahí. es jubilado y tiene negocios. vino y dijo que se quedaba. se consiguió una casa y una mujer y desde entonces siempre está por aquí.
-¿cuánto cuesta una casa normal por aquí? ni buena ni mala, una normal, para mi por ejemplo.
-unos 40 millones.
-¡joder! ¡como en españa! -bromeo.
-"joder", me gusta esa palabra -me responde sonriendo con picardía.
-¿cuánto es eso en dólares?
-unos veintemil, al cambio actual.
-unos dieciochomil euros entonces. diez veces menos de lo que me costó mi piso.

aún seguimos charlando cuando nos llaman para embarcar. en todo el tiempo no he podido dejar de mirar el mar, las playas.

-quiero morirme aquí -pienso en voz alta.
-pero no ahora, jefe -me responde fausto riendo.

subimos a la nueva panga y salimos despidiéndonos de nuestro nuevo amigo.

-ya tienen mi correo electrónico y mi celular. no dejen de escribirme.
-lo haremos fausto. adiós.

mi "adiós" no ha podido oirlo, porque la panga ya peina las crestas de las olas rumbo a turbo.

11 comentarios:

Bachiller dijo...

¿Y qué tal estaba la sopa de pescado con leche de coco? Curiosa mezcla.

Juan Mancera dijo...

El encuerao, que nombre más ilustrativo. Supongo que las risas no eran porque te ibas a desnudar, sino porque iban a ver el tamaño de "pedrinho".

Anónimo dijo...

Hola Pedro, me alegro de que estés teniendo buen camino, y sobre tus "prisas" por llegar a Montevideo el 7 de julio, no olvides que el tiempo de "tu" Dios es perfecto.

Salu2.

Sergio dijo...

Encurao, esa palabra me la apunto y a ver si no se me olvida....encurao, encurao, encurao....
La foto de arriba me recuerda a los baños del Carmen, ya sabes donde las hippies en bola, donde tanto te gusta ir a ver altavoces.

Un abrazo amigo.

Anónimo dijo...

"Encuerao" entiendo que viene de "encuerado" -> "en cueros" -> "desnudo" (véase "enzarpao").

Mr. Montero dijo...

Cojonudo ese trayecto, eso si empieza a parecer a aventura total.

No quiero morir sin sentir la sensación de no existir el tiempo medido. Ya me lo comentaron de Cuba pero en ese lugar debe multiplicarse por mil.

Javier Ortiz dijo...

Me lo apunto como lugar de vacaciones...

Andrés dijo...

Que pasa... que no te es suficiente con tener la típica foto en el parque de Málaga con el burrito, que has tenido que irte al quinto pino para hacerte otra ¿no? :)
Sigue disfrutando give me five! :-P

Valenxxx dijo...

...el concepto del tiempo me fascina...tiene que ser increible vivir sin el tiempo...aunque creo que vivir ahi es algo dura, para acostumbrarse...besos...!

Julia dijo...

En Capurganá nunca es invierno.

Biyorl dijo...

Bueno, esto de que tiempo que va mas lento tiene su explicación en la relatividad general, es decir, el tiempo se contrae (va mas lento) al aumentar la velocidad, teniendo como límite la velocidad de la luz.
Ergo, si te parecia que todo iba mas lento, indudablemente era porque ibas demasiado rápido.

En fins que echo mucho de menos esas lindas tertulias...

Publicar un comentario