5.30 de la mañana y ya estoy vestido. estoy demasiado excitado como para poder pegar ojo. antes de salir del dormitorio miro a valeria. está dormida, envuelta en el edredón. fuera hace calor, pero el aire acondicionado hace que la habitación semivacía sea un congelador. incluso yo he dormido parte de mi corta noche arropado con una sábana. tengo el despertador a las 6,30, así que tengo una hora por delante antes de que valeria se despierte. en la recepción del hostel hay un ordenador con conexión a internet, así que empleo todo el tiempo en leer correos y en chatear con los amigos del trabajo. intentamos hacer una video conferencia, pero la conexión es pésima y no logramos ver más que algunas imágenes sueltas, aunque suficientes para descubrir que casi todos se han puesto delante del ordenador para charlar conmigo. ha sido una sorpresa tal que han conseguido emocionarme. agradezco que la comunicación no pueda establecerse, porque eso me ahorrará la vergüenza de que me vean emocionado. chateamos unos minutos y cuando terminamos tengo la moral por las nubes.
son las 6.30, así que entro a despertar a valeria para encontrárme vestida y con la mochila lista.
-¿desayunaoms y repasamos el plan para hoy?
-claro
vamos juntos a la cocina exterior donde dos parejas toman un café en silencio. todo está en calma; huele a huevos revueltos y a zumo de papaya, y a cerelaes. huele a tierra mojada. huele a temprano. nos sentamos a desayunar y en un par de minutos se ha incorporado cameron. mane y rafaela no han madrugado tanto como nosotros. pasamos el rato hablando de los planes que tenemos cada uno de nosotros para las próximas semanas y nos deseamos suerte. cameron llevará a los brasileños hasta perú, donde quizás puedan encontrarse con valeria. ya quedarán, están en contacto. es hora de irse y salimos. allí nos cruzamos con mane y rafaela, así que tenemos el tiempo justo para hacernos una foto. el taxi necesita diez minutos para hacer un recorrido para el que habíamos calculado más de una hora, así que llegamos con un gran adelanto.
-bien, repasemos el plan una vez más, valeria.
-veamos. a las 10.10h sale el avión con destino a tubualá. allí debemos tomar una barca hasta puerto obaldía, donde sellaremos en los pasaporte la salida de panama. el siguiente punto es capurganá, donde también deberemos llegar en barca. este pueblo ya está al otro lado de la frontera, en territorio colombiano, así que deberemos tramitar la entrada al país. finalmente, tomaremos un barco que nos llevará a turbo y desde allí un autobús a medellín.
-¿a qué hora sale el último bus de turbo a medellín?
-a las 11 de la noche, creo.
-entonces debemos llegar a turbo antes de esa hora, ¿verdad?
-yes. yo creo que todo va a salir bien.
valeria seguirá repitiendo esa frase a lo largo de todo el día. cada vez que cubrimos uno de los trayectos y alcanzamos uno de los checkpoints, valeria levanta su mano y me dice: "give me five, pedro". yo responde chocando mi mano contra la suya tan alto como podemos. seguro que todo va a salir bien. es encantadora.
el vuelo sale con retraso. estamos en una pequeña y fresca sala de espera. a través de los cristales podemos ver a varios aviones de hélices. los hace de dos tamaños, y según me han comentado el nuestro es uno de los pequeños. es casi una avioneta, lo cual no resulta muy tranquilizador. subimos acompañadoss de 3 pasajeros y dos pilotos. el avión es pequeño y viejo. dentro, dos filas de asientos desgastados y de fondo la puerta que da acceso a la cabina de pilotaje. la puerta está abierta, atascada por una bolsa de plástico de la que sobresalen dos bocadillos y algunos dulces. valeria se acomoda y yo me acerco a los pilotos para charlar amigablemente con ellos. tienen buen humor y eso me da seguridad. el vuelo transcurre sin más incidentes que la espectacular vista que tenemos duranre todo el camino. es un avión de poco peso, así que cuando entra en una nueva se tambalea, aunque eso no parece importar lo más mínimo a los pilotos, por lo tanto no veo por qué debería importarme a mi. no ha pasado ni una hora cuando empiezo a notar que perdemos altura. se asomo a la cabina de mano y puedo ver al fondo la pista de aterrizaje. no és más que un corto tramo de asfalto sobre una planicie verde yerba. el aterrizaje es perfecto. junto a la pista, la terminal consiste en una especide de toldo hecho con ramas de palmeras que se sujetan por cuatro troncos que hacen las veces de columna. bajo este toldo, varios militares negros armados hasta lo dientes y una familia de indígenas. el avión ni siquiera tiene tiempo de detenerse cuando ya hay dos hombres descargando las maletas. se han subido al avión en marcha, han abierto el maletero y van lanzando el equipaje al suelo. cuando nos abren las puertas, nuestras mochilas nos esperan esparcidas por el suelo, y los mismos hombres-mono que se subieron a vaciarlos, se encargan ahora de llenar los maleteros con los fardos de los pasajeros que tomarán el vuelo de vuelta a la ciudad de panamá.
la situación es desconcertante. estoy rodeado de gente que se mueve a toda prisa, militares con caras de pocos amigos y fusiles listos para ser usados. de banda sonora el ruído de los motores del avión y de decorado de fondo, un pequeño embarcadero, un par de lanchas y el mar perfecto. valeria, que está tan perdida como yo, me mira buscando algo de cordura, pero sólo recibe a cambio un gesto de desconcierto.
-es su primera vez, ¿verdad? -nos pregunta un hombre que pemanece sentado en uno de los bancos de madera que hay bajo el chambao.
-es la primera vez que venimos. vamos de paso -respondo.
-yo la primera vez estaba como ustedes, pero no se preocupen, enseguida sale el avión y se calma todo. ¿adónde se dirigen?
-queremos llegar a turbo, y de allí tomar un bus a medellín.
-yo también voy a turbo, si quieren podemos ir juntos -nos dice con voz tranquila-. me llamo roberto, a su orden.
roberto nos explica los pasos que debemos dar, que coinciden exactamente con los que planeamos esta mañana. mientras hablamos, un hombre delgado, ennegrecido y mellado a quien casi no se le entiende hablando ha empezado a coger nuestras mochilas y a cargarlas en una vieja barca de madera. cuando termina las envuelve con unos plásticos que ata con unas cuerdas. nos explica que él nos llevará a puerto obaldía y nos esperará a que terminemos los trámites del visado. luego nos llevará a capurganá, donde nos dejará. a todos nos parece bien. en total somos 6 pasajeros: petra, una colombiana de cincuentaitantos que tiene mucha prisa porque se dirige al entierro de su hermana; miguel, colombiano de cuarentaitantos, risueño, negro y calvo que vuelve a casa con su familia; bibiana, una mulata de carpuganá que no deja de hablar y que estaba en panamá por trabajo. el sexteto lo completamos raúl, valeria y yo.
nos ponemos los chalecos salvavidas y tratamos de acomodarnos en la barca sentados sobre unas tablas de madera. yo estoy tan emocionado, tan lleno de sensaciones, que me entretengo haciendo algunas fotos y tengo que conformarme con el peor sitio - aún hoy, días después, y mientras escribo estas líneas, siento dolor en el coxis-, pero eso no lo sabré hasta que no nos pongamos en marcha. el viejo trasto está equipado con un motor de hélices que hace que alcance una velocidad muy superior a la que se le podria suponer. todo el peso está concentrado en la popa, por lo que que la proa se levanta y apunta al cielo. cuando alcanzamos la velocidad de crucero, la barca va dando saltos de ola en ola, y con cada salto, me llevo un golpe en el culo. acumulé los suficentes como para poder enterrar las pirámides de teotihuacán. el aire nos golpea la cara y el agua salada del mar nos refresca. el entorno es mágico: vamos en una vieja barca surcando los mares del caribe en un territorio casi virgen, en el que la presencia humana se limita a las canoas de los indígenas. de horizonte, islas desiertas y recortadas llenas de vegetación salvaje. miro hacia atrás buscando la mirada cómplice de valeria y la encuentro.
el trayecto son cerca de cuarenta minutos, pero a mi se me ha hecho muy corto. me sentía como si estuviera en un parque de atracciones, subido a una atracción que acabara de comenzar. lo golpes en el culo no me importaban, y no podía dejar de sonreir y cerrar los ojos con la idea de que así podría grabarme estos momentos para poder recordarlos con posterioridad. el atraque lo hacemos en un destartalado embarcadero donde nos recibe una pareja de militares.
puerto obaldía es una especie de cuartel militar donde un puñado de casas forman una calle. el silencio es absoluto y el calor es de mil demonios. el agua de mar que nos refrescaba la cara durante el trayecto en panga se ha evaporado y nos ha dejado rostros ásperos y llenos de sal. nos apeamos de la barca y nos dirigimos a solucionar el papeleo cuanto antes; todos tenemos prisa. aún no lo sabemos, pero a partir del momento en que llegamos a tubualá, el concepto del tiempo ha dejado de existir. las vidas de las gentes que viven en estos lugares no transcurren, simplemente están, son. flotan en el aire ajenos al paso de las horas. nada ocurre nunca, y ningún factor externo puede cambiar esto. llegar a puerto obaldía con prisa es tan inútil como tratar de atravesar la muralla china ayudados de una cucharita de café. dos militares, encargados de tomar nota de nuestra entrada y sellarnos los pasaportes respectivamente, nos anuncian con sus maneras pausadas que no conviene resistirse. anotan nuestro datos en una hoja de papel con tanta parsimonia que por un momento pienso que lo que ocurre es que no sabe escribir. una raya horizontal, trazada con puso firme y lento te indica que ha terminado contigo, y que pase el siguiente. hasta las aspas llenas de mugre del ventilador han decidido que no tienen prisa por dar vueltas, por lo que la oficina es un horno donde se cocina, a fuego lento y húmero, un enorme pastel de paciencia.
cuando volvemos a la barca son más de las 2. yo llevo encima 4 manzanas que compramos la noche anterior y las ofrezco por cortesía. para mi sorpresa, todos aceptan y en un tris me quedo sin mi tesoro de fruta, pero no me importa. estoy eufórico, y no puedo explicarme el motivo que ha provocado que no me haya mareado en la barca. cualquiera que me conozca sabe que ni siquiera puedo acercarme a un barco sin ponerme amarillo, aunque no siempre fue así. todo viene de aquella vez que acompañé a mi padre a ceuta. era domingo, y tomamos un barco desde algeciras. el viaje fue horrible. recuerdo perfectamente estar sentado en una sala y notar cómo el barco se movía para aquí y para allá. recuerdo que la radio estaba puesta y que cantaban un gol de cádiz en el bernabeu. el partido quedó 1-1, y recuerdo que fue el primer partido de la segunda época de leo benhacker como entrenador del real madrid. es curioso el funcionamiento del cerebro para los recuerdos. puedo acordarme de los detalles que ocurrieron cuando tenía 16 años (lo sé porque me molestó mucho que se suspendiera el trayecto de vuelta y como consecuencia de ello tener que faltar a clase con carmen lópez, mi profesora de literatura en segundo de bachillerato, morbo máximo) y no puedo acordarme del nombre de aquella chica. de aquella chica recuerdo su olor.
el trayecto entre puerto obaldía y capurganá es corto, y solo nos lleva unos minutos. ya de lejos puedo observar que capurganá es el sitio donde quiero morir.
domingo, 5 de julio de 2009
llegada a capurganá
Publicado por
Torrance
en
19:09
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9 comentarios:
Menos mal que has especificado que tu dolor de culo es por culpa de los saltos de la embarcación, sino, todos hubiéramos pensado que es por culpa de Roberto, el negro que va detrás de tí en el barco. Jejeje.
Por cierto, tienes que decir si dormías en la misma cama que Valeria, ;)
"se han subido al avión en marcha, han abierto el maletero y van lanzando el equipaje al suelo"... bufff, por un momento pensé que os iban a hacer bajar en marcha.
Parece que estaban tirando fardos de coca
En el video podemos apreciar unas magnificas vistas, parece el paraiso, y tambien hemos estado a puntito de ver un tangaso.......
Valeria parece una cria, mola.
Quien te ha visto quien te ve, con lo asuston que eres para los barcos, el mar y tal.....te estas haciendo un hombreton.
El nombre de la chica que no recuerdas era Conchita
UN ABRAZO
Se ve que está escuchando VdV. "morbo máximo".
me quedo con el cable de alimentación desconectado de la CPU del señor "ejecutivo".
Por cierto Pedro, se te ha pasado colgar en el blog el vídeo que grabaste dentro de la barcaza. Lo he visto de casualidad, relacionado con el que si está puesto:
http://www.youtube.com/watch?v=FsZf0yGXJ1M
Tiene delito acordarse de la Carmen López estando el Carige....
¡¡TIENE DELITO!!!
¿Carmen López? ¿Morbo máximo?
Bueno, que "ruido" sigue sin tener tilde.
El paisaje bonito bonito.
Un beso.
¡Dejad en paz al chiquillo!
¡A saber lo que está pasando pa que se acuerde de la Carmen Lopez!, que pensándolo bién, para unos adolescentes imberbes aferomonados hasta las trancas, tenía su noseque. Si señor.
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