martes, 14 de julio de 2009

viaje a mendoza

empieza a aclarar el día, pero se muestra nublado, blanco y gris. salimos de la ciudad y empezamos a subir. debemos cruzar los andes de un lado a otro, y no tardan en mostrarse desafiantes, con sus cimas plateadas por las nieves del tiempo. la carretera es estrecha y se agarra a la montaña con las uñas. a un lado barrancos. las vistas son espectaculares, y me niego a hacer cualquier cosa que no sea mirar y escuchar música. tengo ganas de escribir, y lo hago mentalmente, pero nada va a despegarme del cristal. no señor. vivo uno de esos momentos de euforia que suelen nacer con el día y con un viaje. me subiría al techo del autobús para surfear por los andes. nunca bebo café, pero daría cualquier cosa por tomarme uno bien caliente. dentro del autobús no hace frío, pero tengo las manos entumecidas. me busco la vida y me hago con un vaso de corcho. acudo al termo de café y me lleno hasta el borde. está rico, me cae bien. ya estoy listo para empezar a escribir.


no bien llevo media hora escribiendo cuando noto que el autobús se para. el conductor nos anuncia que la frontera está cortada.

-tienen nieve y niebla allá arriba, nadie puede pasar -anuncia con voz firme-. por ahora nos paramos a esperar. puede ser una hora, dos o tres, no se sabe. sólo nos moveremos cuando tengamos el permiso de la policía o desde la empresa me digan que vuelva. no puedo decirles nada más.
-¿podemos salir? me gustaría tomar unas fotos.
-no.

salimos y hace fresco, el lugar es precioso estamos rodeados de montañas blancas, e incluso hay algunos restos de nieve sucia en los márgenes de la carretera vacía. me uno a un grupo de pasajeros que hacen un corro y cada uno cuenta hasta qué punto es una putada que no nos dejen pasar.

-a mi me caduca hoy el visado de turista, mirad -nos dice javier, madrileño, mientras nos enseña como en el sello de su pasaporte dice 4 de julio.
-a mi me espera mi novia al otro lado de la frontera -nos dice marco, chileno con cara de chileno.
-a nosotros nos estropea el sábado, pero nada más -dicen benjamín y thea, pareja de franceses rubios.
-yo tengo que coger un vuelo en montevideo dentro de tres días -digo cuando es mi turno.

coincidimos en que el más jodido es marco.

-las consecuencias de no llegar a tiempo a ver a tu novia son mucho peores que cualquiera de las consecuencias de los demás. ni la suma de todas podrían hacerle sombra -dice alguien con guasa.

javier es ingeniero de minas. probó suerte en australia, pero la falta de acuerdos de este país con españa lo hace demasiado complicado. ha probado en chile, el segundo país más minero del mundo. lleva exacamente seis meses buscando trabajo, pero aún no ha encontrado nada. cada tres meses tiene que salir del país y volver a entrar con pase de turista. hoy le toca renovación, pero lo va a tener complicado como siga así. le han dicho que pueden hacerle un justificante que le sirva de prórroga por algunos días. no debeŕia tener problemas.

-segùn me dicen, en españa no está la cosa como para volver a por trabajo. dentro de la crisis mundial, chile está bastante bien. aquí hay trabajo, así que creo que aguantaré unos meses más -resume javier.

aprovechando la necesidad de salir del país para renovar el visado, los franceses y javier iban a pasar el fin de semana en mendoza. la historia de marco es diferente, no vienen juntos. marco debería haber estado en mendoza ayer, en eso quedó con su novia. ella vive en el norte de argentina y él en el sur de chile, así que quedan en mendoza por estar en la frontera y bien comunicado. si no está ahora allí con ella es porque ayer salió a tomar unas cervezas con los amigos y le liaron.

-yo sólo iba a tomarme un vino, pero empezamos a beber, y acabé sin poder tenerme en pie. llevo toda la mañana bebiendo líquido, pero no hay forma de quitarse este dolor de cabeza -se justifica.
-subirse a un autobús con resaca es lo peor del mundo -le advierto.
-ya lo se. ni siquiera sé qué hago aquí. debí coger un avión. todo el mundo me dice que coja un avión, que por 50 dólares estoy en mendoza en un rato, pero yo he preferido venir en autobús, y ahora mira.
-vas a tener que aguantar un montón de te-lo-dije -le digo con cariño.


definitivamente, el más perjudicado del corte de la frontera es marco. pasan las horas, y nadie sabe nada. pregunto a la policía chilena, pregunto a los contados camioneros que llegan de la parte argentina, pero nada hay claro. la frontera está abierta, pero el tiempo no es bueno. ni argentina ni chile quieren cargar con la responsabilidad de una posible desgracia, así que no dejan pasar a nadie. según me cuentan los conductores de los muchos autobuses que se van acumulando, en estas fechas es lo normal. unas veces les mandan volver y otras les dejan pasar, no se sabe, no hay patrón. mientras esperamos seguimos charlando sobre comida chilena, sobre todo marisco. al menos estamos de buen humor. mi viaje se ha empezado a torcer en el momento más delicado, pero no me preocupa. al contrario, me produce cierta excitación la posibilidad de que de un giro inesperado, o que al menos corra el riesgo de darlo.

-¿dónde te quedas a dormir en santiago? -se interesa javier.
-llegué anoche, así que me busqué un garito de mala muerte donde he pasado la noche. si no podemos pasar, tendré que buscar algo para esta noche.
-te quedas en mi casa. bueno, es compartida, pero hay muy buen rollo. hay gente de todos los países, gente interesante, seguro que te podemos buscar un colchón y acoplarte en cualquier sitio.
-eso sería genial. lo mejor del viaje es conocer gente.
-pues hecho. y esta tarde nos vamos a dar una gira culinaria por santiago. vas a probar todo lo típico, que no te puedes ir sin haber catado un curanto.
-¿qué es eso?
-ya lo verás, pero en resumen es marisco cocido en vino blanco. para chuparse los dedos.
-genial.

me siento culpable porque mi familia me espera, pero el plan que se presenta si no se abre la frontera no está nada mal. tres horas más tarde nos dicen que tenemos que darnos la vuelta. bajamos la misma carretera estrecha que hemos subido poco antes, aunque ahora tiene las cunetas sembradas de coches y camiones.

llegamos a la estación donde no nos devuelven el dinero y sólo nos sellan el billete para poder volver a usarlo otro día. yo aún no he pensado en lo que voy a hacer, no tengo ni un minuto para reflexionar. marco va a intentar tomar un avión para cruzar, y el resto tomamos un metro a casa de javier. en uca casa enorme, de dos plantas, situada en uno de los barrios más antiguos de santiago. el acceso se hace por una puertecita estrecha y tímida. unas escaleras de maderaa que se quejan al pasar y un ecléptico laberinto de pasillos llenos de adornos imposibles. javier me explica que son dos casa juntas, y que en total viven allí unas 18 personas. todo es de madera viaje, todo es viejo. después de saludar a las muchas personas con las que nos cruzamos, llegamos a un salón que da acceso a las habitaciones. es un sitio espacioso, rodeado de puertas y presidido por una oxidada estufa de gas.


-no tenemos calefacción, la estufa es lo más parecido, así que se convierte en el centro de reunion -me comenta javier.

varios sofás rodean una mesa baja hecha con un tablón y varios ladrillos como patas. una pareja juega a las cartas y saludan. a excepción de la casera, que también vive allí, son todos jóvenes. la mayoría estudiantes. me presentan a un sin fin de tipos y tipas que van y vienen. la casa es vieja, ruidosa, algo raída, oscura, húmeda y fría, pero está viva. muy viva. la veo como una especie de casa okupa a 200 dólares el mes. tertulia de te, poker y fotos para planear el resto de la tarde.

la noche se nos echa encima, así que empezamos por ir a comer algo. eligen algo realmente autóctono, un local de barrio y comida grasienta donde damos buena cuenta de una chorrillana para cuatro, un plato lleto de patatas, salchichas, cebolla y huevos, todo frito y todo mezclado en una fuente de la que pinchamos todos. son cerca de las 8 de la tarde, y es un buen momento de ir a tomar una copa, aunque antes nos pasamos por la plaza de armas, uno de los puntos más típicos de la ciudad, a hacer algo de seudoturismo. unas fotos, unos videos y un paseo por los alrededores para acabar en "la piojera".


"la piojera" es un local que mantiene el espíritu de santiago de hace 50 años, de antes de la globalización y la modernidad. se accede a través de una gran puerta de madera que te lleva a un pasillo, un patio interior y una gran sala llena de mesas. está lleno hasta la bandera. el ambiente me recuerda a los bares por donde marco se buscaba la vida con la familia peppino. una nube de humo lo recubre todo, y la música que sale de una bandurria y la garganta de un puñado de borrachos me da la bienvenida. casi todo el mundo es joven, incluyendo a los camarermos, que se afanan detrás de una atestada barra de madera. al fondo de la sala, una escalera de 4 peldaños y una puertecita dan acceso a otra habitación. las paredes están llenas de pintadas desde el suelo al techo. las mesas aquí se encuentran apiladas en una esquina, junto a taburetes oscuros y pegajosos, sillas y bancas. se diría que alguien las ha puesto ahí para quemar a una bruja. nos instalamos en una mesa que hemos logrados liberar de la montaña de madera y vamos a pedir.

-aquí lo normal es pedir un terremoto, y luego un maremoto. después de eso, sea lo que sea lo que te tomes, acabarás tirado en el suelo. al día siguiente no recordarásn nada -me advierte javier.
-seamos ortodoxos, bebamos un terremoto.


un gesto de javier y el camarero ya está preparando cuatro terremotos. un gran vaso donde pone dos bolas de helado de piña, rellena con una bebida casera de color marrón que tiene en unas garrafas de cristal, y pone la guinda de un chorrito de licor. más tarde comprobaría que el maremoto es los mismo, con la diferencia del chorrito de licor, menta en este caso. la pajita que añade a la bebida es clave a la hora de ir disolviendo la bola de helado. con paciencia, se mezcla y mezcla hasta que queda una bebida blanca, uniforme, riquísima y altamente alcohólica. bebemos terremotos y maremotos mientras la mesa ha ido llenándose de gente que no conozco.


más compañeros de piso de javier, amigos de estos, novias y un par de busconas que se han acercado a la luz de un guiño de javier, atractivo, ligón, golfo de noche. empiezo a estar borracho, al punto que le sigo el juego de tonteo grotesco a estela, que así se llama. la facilidad con que se rie de mis imbecilidades y las insunuaciones tan poco sutiles que utiliza hace que pierda interés al instante. es muy atractiva. morena, delgada, de estrechas caderas, culo brasileño y vientre duro y llano que exhibe y que baja y baja hasta superar sin pudor los límites de su rasurado pubis. tiene una camiseta estrecha con el molde de sus pezones y un cuello largo. un pelo negro recogido y unas cejas como bigotes de dalí. su sonrisa es agradable, no así su voz.

-me pone cachonda tu acento español -me dice al oido empañándome la oreja con su aliento a terremoto.

alguien ha decidido que es el momento de irse. levantarme hace que tome verdadera conciencia del estado en que me encuentro: totalmente borracho. tengo la tentación de ponerme a analizar la situacion: el viaje, la suspension del vuelo, la necesidad dee cruzar a argentina, la visita a mis tíos y todo lo demás, pero no me dejo, paso. salimos de la piojera un grupo de más de diez personas, y caminamos por la calle no se sabe muy bien hacia donde. yo, desde luego, no sé nada. camino hablando con unos y otros, tratando de evitar a estela, que ya susurra al oído de otro, un tipo rubio cuyo acento francés estoy seguro de que la pone cachonda. alguien me pide algo de dinero para comprar algunas bebidas, nos dirigimos a una fiesta.


tenemos que subir tres pisos por la escalera para llegar al piso donde se celebra la fiesta. nos recibe una muchachilla rubia de gafas de pasta que se limita a abrir la puerta y dejarnos pasar. la casa es pequeña y oscura, y está llena de humo, gente, sudor, alcohol y música. estoy a gusto, con el punto de borrachera que hace que todo el mundo sea maravilloso, y en mi mano aparece un vaso lleno de alguna bebida típica santiagueña que alguien ha decidido que debo probar. la fiesta es estupenda, y me paseo por las habitaciones llenas de ambiente y gente fumando y bebiendo. me encuentro con todo tipo de fauna urbana, aunque toda la gente tiene en común el puntito de buen rollo neohippie. es agradable charlar con unos y otros, preguntarles sobre su país de origen, sobre el motivo que les ha llevado a chile, a santiago, a esa fiesta. es agradable intercambiar direcciones de correo electrónico, abrazos y besos con gente flipada y rara. el grupo es tan heterogéneo que no encuentro a nadie que conozca a más de dos o tres personas. casi todos somos desconocidos allí, aunque unidos por tres o cuatro grados de separación.

estela está cada vez más borracha.


pasan las horas y sigo poniendo a prueba mi tolerancia al alcohol. no dejo de beber y de comer canapés y patatas fritas y de charlar con unos y con otros. la puerta del piso se abre cada dos por tres para dejar pesar a nuevos grupos de desconocidos que portan bolsas con bebidas y que me saludan como si me conocieran de toda la vida. nunca he estado en una fiesta así, con gente así, tan llena de acentos, tan llena de excesos, que me hiciera sentir así que me hiciera hacer las cosas que hice. pero con todo, más allá de las cosas que hiciera o dejara de hacer en ese fiesta, lo que la convirtió en realmente especial fue la chica del sofá.

"podría dibujar su cara, creo que es la única cara del mundo que podría dibujar". eso fue lo que pensé cuando la vi allí sentada, en medio del sofá. miraba a la gente como si buscara algo en cada uno de ellos. bastaba verla para darse cuenta de que era diferente al resto, aunque no necesitaba resplandecer para destacar en la oscuridad humeante y cargada de la fiesta, bastaba su gesto de serenidad, de todo va bien. a diferencia que con toda la gente con la que había hablado hasta el momento, con ella me corté y preparé algo que decir, algo elaborado, directo, poco pretencioso, que sonara a sincero, a interés.

-hola -dije.

así nació una conversación que vivió a lo largo de toda la noche, a lo largo de pasillos, habitaciones y sofás, que se alimentó de cosas que nunca debí decirle -pero que volvería a confesarle-, de cosas que nunca debió dedirme; una conversación que se fragmentó por mor de fugas escurridizas y juguetonas, de desaires interesados, de desinterés fingido, pero que se erguía firme, sujeta con las cuerdas del intenso magnetismo de su gesto perfecto. todas las conversaciones que he tenido hasta ese momento me parecen ahora banales y torpes. todas las conversaciones que tengo en los ratos en los que nos separamos -para dejar claro nuestro interés mutuo e inconfesable- son vacías, insípidas, mojadas e inservibles. hablar con la chica del sofá es enfrentarse a la certeza de que cualquier cosa que diga encierra un misterio que quiero desvelar, que quiero conocer por encima de todo. me gusta bucear en sus frases para tratar de encontrar su verdadero sentido más allá de la suma de las palabras. me gusta descubrir que tengo la capacidad de dejar de ser un borracho eufórico en los ratos que la tengo frente a mi, o a mi lado; me gusta convertirme en un tipo sereno que escucha ópera de sus labios.

-eres muy tierno -me dice.
-eso es porque estoy borracho -le respondo esperando que no me crea.
-no te creo.

no quiero dejar de hablar con ella nunca, así que le pido su dirección de correo. si no lo he hecho antes ha sido porque me gusta la sensación que me empapa cuando ella se pierde entre la gente y pienso que quizás haya sido esa la última vez que la vaya a ver. la apunto en la última página de mi libreta de notas, apartada de todas las demás que he ido apuntando a lo largo del viaje. no parece gustarle que lo haga.

-¿por qué me pones al final? ¿qué significa?

creo que finge, creo que le ha gustado que le haya dado un trato especial.

-pedro... ¿cómo me llamo? -me espeta.
-no lo recuerdo -confieso.

pienso en soltarle un discurso acerca de que, el hecho de no recordar su nombre no significa nada en absoluto, y que no es más que una tontería, pero enseguida entiendo que no es necesario, que eso habría que haberlo hecho con cualquier otra, pero no con ella. está claro que esas mierdas no son necesarias aquí.

-sabías que no iba a acordarme, por eso lo has dicho ¿verdad? -le digo sonriendo-. ¿cómo te llamas?
-no te lo voy a decir -me responde.
-puedo descubrir tu nombre en un momento si quiero. he visto a gente que te conoce, podría preguntarles.
-yo no te lo voy a volver a decir, tendrás que descubrirlo.

a ratos necesito alejarme de ella porque necesito guardar en algún sitio todo esto que me está ocurriendo. necesito escribirlo, así que cojo mi libreta y el lápiz que me regaló valeria y me bajo a la escalera helada, por donde desfilan todo tipo de personajes de colores.

-¡viva la inspiración! -grita un borracho que me ve escribiendo.

la gente va abandonando la fiesta. van saliendo de la casa abrigados. algunos a quienes ni siquiera reconozco me desean suerte en mi viaje y me dan besos a los que respondo con gusto. son casi las siete de la mañana y la casa es un reducto de borrachos que fuman marihuana y una pareja que baila al ritmo de manu chao. la chica del sofá se arropa con su bufanda roja; se larga acompañada de un tipo alto y rubio que apenas se mantiene en pie. pienso en proponerle una foto juntos, pero me parece ordinario pedirle a ella una cosa así.

nos despedimos con un abrazo caliente y blandito como un globo lleno de aliento.


me encuentro con javier y las dos chicas de "la piojera". estela está aún más borracha que la última vez, y gruñe. se queja por qué se yo. discute con javier. nos vamos a casa los cuatro en un paseo helado de 10 minutos. cuando llegamos y montamos unos colchones en la habitación de javier, lo único que quiero es un tiempo muerto. necesito sentarme a pensar un rato. va todo demasiado rápido. durante las últimas 24 horas me han pasado tantas cosas que me ha sido imposible digerirlas. estoy borracho y muy cansado, aturdido por el alcohol y la falta de sueño. huelo a rayos, mi ropa huele a rayos, mi pelo huele a rayos, la boca me sabe a rayos. pero antes de nada tengo una cosa que hacer. enciendo el ordenador, me conecto y encuentro el nombre de la chica del sofá con una simple búsqueda en google. ahora ya puedo sentarme a pensar en la manera de salir del país.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Pedro pisha parece "El nombre de la rosa"...., aunque Adso jamás supo el nombre...Curioso ese día, sí señor, seguro que es de los que recuerdes con más cariño a tu vuelta.

Juan Mancera dijo...

Joder, podias haber puesto el nombre de la chica del sofá y al menos una foto. Ya nos contarás lo que pasó en esa fiesta.

Anónimo dijo...

Hola Pedro, me tienes enganchado al blog, colega. Después de este viaje tan lleno de experiencias, no te veo el 17 de agosto en Ingenia sentado delante del ordenador; espero ser agorero.

P.D.: Si ella se llama Amanda, vete escuchando la canción de Víctor Jara :)

Javier Ortiz dijo...

Por lo que veo... te estas afanando en "llevar el control"... sin embargo, eres un maldito descontrol... No entiendo, ¿Porque en una situación ya descontrolada, te resistes a perder el control definitivamente?

Desde que entraste en esa casa, desde el inicio de la noche loca, no has tenido el control, te has dejado llevar, te has dejado aconsejar, has sido la marioneta juerguista, como el resto.

Pero por otra parte, parece que necesitas ese freno final, ese "me voy a pensar", supongo para mantener la ilusión de que sigues controlando tu viaje.

Pienso que ya hace días que viajas por inercia, la propia necesidad es la que planifica tu siguiente paso.

Suerte que por ahora, esto te está saliendo de fábula.

Pero estate alerta.

Sergio dijo...

Rayos, terremotos, maremotos, esto parece una cronica de Julio Marvizon...je je......

Un abrazo y sigue cuidandote, pero no tanto....culo brasileño, pelo negro......acento español......

Bachiller dijo...

¡Qué vueltas! ¿Cómo estando uno en un autobús a punto de cruzar una frontera de montaña acaba en una fiesta psicodélica?

Ahora me imagino que tocará el siguiente tramo de resaca ¡y menos mal del retraso del avión! aunque ¿será suficiente?

Cada día parece transcurrir más largo que el anterior, quizás eso te permita llegar.

Julia dijo...

Ahora sí que espero que tu familia te quiera lavar la ropa porque no va a ver nadie que se quiera sentar a tu lado en el avión.
Y un gazpachito y un caldito del puchero.
Espero que ya hayas visitado las antípodas.
Un beso.

Anónimo dijo...

Qué buena memoria la tuya, pero la bufanda no era roja si no rosa jaj.
el chico no era rubio si no castaño, y es cierto que no se mantenía en pie o "apenas".


el mail fue una sonrisa obsequiada y este capitulo una sonrisa perpetuada.
gracias.

Evelina

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